“¡Esto no es un país! ¡Esto es un clima!
Por eso, poco seres humanos sobreviven.
A la mayoría nos entierran vivos o nos empujan al suicidio”.
No, Animales feroces no forma parte de la lista que se leerá a continuación, pues este año no fue escenificada en Venezuela. Pero el texto de Isaac Chocrón es la boca en la que reverbera la brega que los grupos de teatro han tenido que afrontar en los últimos meses para lograr sus creaciones. Muchas compañías, independientes y aficionados lanzaron la toalla. Asfixiados por un país que se les va de las manos a sus gobernantes y habitantes -como en la obra del maracayero-, algunos tuvieron que cesar sus labores escénicas para tomar aire o buscarlos en otras latitudes.
Tal es el caso de la sala grande de los espacios Urbán Cuplé, que de ahora en adelante solo albergará a Microteatro, o Teatrex El Bosque, el sobreviviente de la empresa luego del cierre de su sede en El Hatillo. También migraron talentos, promesas jóvenes, y los líderes de agrupaciones más pequeñas.
Los que quedaron, vale decir, que cumplieron una promesa intrínseca de perseverancia frente a la adversidad. Así, 2017 destacó no por presupuesto y recursos -escasos como el alimento y las medicinas en todo ámbito de la realidad social del venezolano-, no por sus grandilocuentes expresiones de arte, pero sí por textos vastos de contenido, que tanta falta hacen en el espectador venezolano.
Muestra de ello fueron grupos baluartes -amparo y defensa- del teatro venezolano, que siguen haciendo de las suyas y que, ya se sabe, seguirán con ganas en 2018, como lo son el Grupo Actoral 80 y Skena. Las manifestaciones de los Vidal-Restifo con su familiar y cálida J Producciones y la máquina de producción que es La Caja de Fósforos con su equipo de jóvenes siempre activos, bajo la tutela de Hebú Teatro y Teatro del Contrajuego.
En medio de la tempestad, es admirable el trabajo de todas y cada una de las personas que armaron su mensaje y se pusieron a la caza del espectador, cuyo impulso de acudir a la cultura parecía mermar durante las protestas antigubernamentales entre abril y julio de 2017. Sin embargo, en esta ocasión reflejamos las 10 que para El Teatro destacaron especialmente este año.
Sí, pero no lo soy
Sí, pero no lo soy, en quince breves escenas ideadas por el español Alfredo Sanzol, seis -magistrales- actores interpretan a 35 personajes que se pasean en un vaivén entre el humor y el llanto de su realidad. Lo absurdo se va haciendo más sórdido frente a los problemas de estos caracteres y la búsqueda de una identidad, la necesidad de reconocimiento y lo inestable de lo “que es y lo que no es”. Diana Volpe dirige la puesta y hace hincapié en un teatro reflexivo en tiempos turbios.
La pieza que formó parte de Estación Europa, el primer Festival de Dramaturgia Europea que se celebró en La Caja de Fósforos.
Terror y miseria en el tercer Reich
En octubre, Marisol Martínez hacía estragos en los estómagos y sacudía la conciencia política y social con Terror y miseria en el tercer Reich. La obra de Bertolt Brecht que fue estrenada en 1938 y que se centra en la Alemania Nacional Socialista de los años 30, toca las fibras de la represión, la persecución política y otras oquedades de los sistemas políticos tiránicos.
En esta conjunción con la Fundación Rajatabla es evidente la lanza hacia la realidad venezolana y a otros gobiernos latinoamericanos, con matices que aportan sus histriones y su directora, que empiezan en el rap del prólogo.
Emilia
La pieza Emilia original del dramaturgo argentino Claudio Tolcachir, realizada en Caracas por el colectivo teatral Deus Ex Machina, bajo la conducción de Rossanna Hernández, es un golpe certero que te deja sin aire.
Cinco personajes se encargan de contarnos la historia de una nana que después de muchos años reaparece en la vida del niño (hoy convertido en hombre) que crió y a quien amó obsesivamente. Para develar historias del pasado que hacen comprender los resortes que generan la acción dramática y el por qué los personajes parecen ocultar algo que no descubrimos realmente qué es, hasta finalizar la historia.
Rojo
Skena vuelve a impactar desde el taller de Mark Rothko. Rojo, del autor John Logan, dirigida por Daniel Dannery está basada en un suceso real. El montaje tiene la complejidad de durar más de dos horas con tan solo dos actores en escena, pero las audaces interpretaciones de Basilio Álvarez y de Gabriel Agüero, y Anibal Cova, quien entró en su segunda temporada en el Trasnocho Cultural, hacen de la experiencia un suceso memorable.
La escenografía está decorada con pinceladas rojas y negras que, paradójicamente, recuerdan a Pollok, el eterno rival artístico de Rothko, como si el director quisiera asomar desde el comienzo que la obra está repleta de dualidades, de contrapartes, de reinterpretaciones.
Trozo de ganso
Este año, la Sala Plural del Trasnocho Cultural abrió sus puertas a Trozo de ganso, del alemán Martin Heckmanns, una pieza en la que Bettina y Víctor aprovechan para romper con sus propias estructuras sociales.
La pieza dirigida por Juan José Martín retrata un cóctel de antivalores sobre la inmigración, los prejuicios sociales y la intolerancia.
La catira del general
La catira del general forma parte de lo que el director Javier Vidal llama “Trilogía del poder y los gochos”, precedida por sus hermanas Diógenes y las camisas voladoras (2011) sobre Diógenes Escalante y su enfrentamiento con Eleazar López Contreras, y Compadres (2013) sobre el enfrentamiento entre Castro y Gómez. Esta última, estrenada en junio de 2017, cierra esta serie con Marcos Pérez Jiménez.
La pieza parte del momento en el que Pérez Jiménez le pidió a Camilo José Cela, Premio Nobel de Literatura, que escribiera una novela que describiera el espíritu de su proyecto político llamado Nuevo Ideal Nacional (NIN) y así enterrara la novela adeca de Doña Bárbara y todo lo que significara Gallegos y Betancourt.
Tres edificios de Berlín
Tres edificios de Berlín revisa en tres historias, mediante el juego, el performance, la sátira, el diálogo formal, los relatos recientes de la capital alemana tomando como punto de partida tres edificaciones históricas: la cúpula transparente del Reichstag, incendiada por los nazis en 1933; la iglesia del Emperador, llamada “el diente roto”, y que fue casi demolida en su totalidad en los bombardeos de 1945; y la torre de televisión y el muro de Berlín, construidos después de la Segunda Guerra Mundial.
Sciamanna vuelve a escena en su rol de escritor y director con la profundidad y calidad que lo caracterizan.
La foto
Laura (interpretada por la actriz y docente Martha Estrada) se deja llevar por la carne y le envía al zorro viejo de Dennis (Héctor Manrique) una sensual imagen en la que, tras una astuta edición fotográfica, se le puede ver como una actriz porno.
Así, se va desarrollando una arriesgada trama entre los diferentes personajes hasta límites insospechados, dirigido por el propio Manrique.
Rebelión en la granja
Aunque poco habitual, en esta oportunidad el conteo incluye una obra fuera de los escaparates profesionales. Se trata de Rebelión en la granja, un montaje que fue resultado del trabajo de uno de los talleres del Grupo Teatral Skena.
La pieza está basada en el libro de George Orwell, adaptada por Daniel Dannery, bajo la dirección de Armando Álvarez y Karla Fernandes, quienes en perfecta armonía logran escenificar una historia incómoda sobre la opresión y la libertad, la sumisión y la ambición por soltarse del yugo que oprime a los cerditos de una finca.
Simón, el luna
Otra de las piezas que marcó la pauta en teatro infantil y que repite en los escenarios por segundo año consecutivo es Simón, el luna, un trabajo de Funámbulo, con la dirección del joven Moisés Rivas.
Premiada como Mejor Obra Infantil de Teatro para Niños por la crítica teatral, el musical pasea por las canciones más emblemáticas de Simón Díaz para lograr una historia limpia y anecdótica sobre la venezolaneidad y el amor a una identidad muy propia.
Un mensaje que cierra esta nota para recordar las palabras de José Ignacio Cabrujas, quien afirmaba que la vida del venezolano estaba marcada por un “mientras tanto” y un “por si acaso”, que este no se reconoce y anda siempre en la búsqueda de su identidad.
Las tablas quedan atentas en caso de que el 2018 abra la razón para recabar sobre esto, sobre si realmente “en el fondo, Venezuela es un país provisional”, como ya decía el dramaturgo.