La combinación entre casualidad y esfuerzo puede hacer que se lleve a cabo cualquier proyecto. Algunos añadirían algo de improvisación. Es el caso de Cindy Candosin, quien desde 2015 ha desarrollado proyectos de esta técnica escénica y teatro breve en Quito.
“Lo logramos porque se juntaron las ganas entre Venezuela y Ecuador”. El anhelo es clave. Pero, para ella, asistir al teatro local es también importante para hacer contactos y conocer la cultura del país que recibe.
Estás radicada en Ecuador desde 2015, ¿llegaste a este país para hacer teatro?
-No realmente. Me vine con mi esposo, Héctor Orbegoso, hace un año porque él tenía contrato con una productora venezolano que lo trasladó. Así que al principio, sin trabajo, busqué de todo.
Contacté agencias de castings para empezar a hacer entrevistas. A las dos semanas de llegar ya estaba haciendo mi primer comercial aquí.
Pero lo del teatro surgió por casualidad. Apenas llegamos contactamos a Roberto Manrique, un actor muy conocido en Ecuador. Roberto nos hizo el enlace con Diego Mignone, y así. Nos reunimos con ellos para conocer cómo estaba el teatro en este país y ver qué podíamos aportar. Se juntaron las ganas de hacer cosas entre Venezuela y Ecuador. Así que empezamos con Tenemos que hablar, un montaje de tres obras cortas que ya habíamos presentado en Venezuela –en una versión con cinco obras–. Esta vez, cambiaron las obras, el director y el lugar, pero no la esencia.
¿Había lugar para una propuesta extranjera?
-Sí y mucho. El Teatro Patio de Comedias nos abrió la puerta con esta idea. Es un lugar magnífico con teatro y café-teatro llamado La Creperola. Allí hicimos la primera temporada de Tenemos que hablar, con actores locales que descubrimos viendo obras de teatro. Esto es muy importante para hacer contactos y conocer la cultura local, en caso de que quieras desarrollar un proyecto. Y trabajamos con dos músicos: Jennifer Byron y Abbie Moe.
La segunda temporada la hicimos en un café que abrió sabidos de teatro por nosotros. Fue una experiencia increíble. Les había encantado el formato mínimo.
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¿Cómo es el teatro breve en Quito?
-Aquí no hay microteatro. Lo primero que hicimos fue Tenemos que hablar, pero luego nos llamó Nataly Valencia, de Enchufe TV, para hacer algo de ese estilo. Ella consiguió el sitio, que es una escuela de Cine perfecta para esto –INCINE– y creamos algo llamado Microteatro Quito. Pero fue una prueba piloto con inversión mínima, hasta actuamos entre nosotros mismos.
También has desarrollado proyectos de improvisación…
-Sí. En paralelo a esto, yo quería armar un show de impro porque venía trabajando en esto en Caracas y en Quito no existen los grupos dedicados a esto. Obviamente vi una oportunidad. Me dieron aún más ganas de crearlo, por lo que en 2015 realicé un taller con Ron Chávez. No tuvo mucha receptividad pero funcionó maravillosamente, porque conseguí la gente que estaba interesada en esta técnica. No esperé y empecé a montarlo.
En noviembre nació Improkitus, un grupo de gente maravillosa que quiere hacer improvisación. Comenzamos con 8, y ahora somos 5 más un músico. Hemos tenido show recurrentes en el Café La Liebre, en el Patio de Comedias, Fama Teatro, entre otros.
¿La comedia es igual en Venezuela que en Ecuador?
-El impro es igual. Tiene sus gags y acciones que que son universales. Básicamente nuestros ensayos se basan en actividades universales porque los actores son ecuatorianos. Pero sí hay que estudiar cómo funcionan algunos chistes, que de repente yo no los puedo lograr porque soy venezolana, pero ellos sí.
¿Con qué se ríe el público en Ecuador?
-Bueno, el quiteño es bastante cerrado. Los juegos varían y la práctica es la que nos ha hecho conocer cuáles chistes funcionan y cuáles no. En Caracas por ejemplo al público le encanta los juegos de utilería o el de personajes secundarios, pero acá no. Ni se inmutan. El público se está adaptando a lo que es la impro. Por eso tratamos de que interactúen con nosotros y jueguen para que conozcan el show. Al principio hay miedo, pero les gusta y ha sido muy divertido.
¿Cómo es enfrentarse a estas nuevas reacciones de un público totalmente diferente?
-Más que la reacción durante el espectáculo, es muy distinta su llegada al teatro. No hay una cultura teatral y es muy fuerte, porque pese a todo uno viene de un país donde hay miles de opciones. Aquí la gente no asiste. Incluso cuando la gente conoce al actor, porque es famoso, no va a verlo al teatro.
El Patio de Comedias tiene toda la vida y ya tiene su público. Es el que más se llena, pero en general no asiste tanta gente.
¿Qué facilidades brinda Ecuador para los artistas extranjeros?
-La facilidad es que la visa no es difícil de sacar y es una de las mas económicas. Además en Quito no se han hecho muchas cosas aun a nivel cultural, se pueden hacer muchos proyectos. Es como un lienzo en blanco en el que puedes llegar a crear. Las posibilidades existen.
¿Cuál es ese gran paso que hay que dar para lograr construir arte en otro país?
-Yo creo que es un trabajo de hormiguita, en el que tienes que ir buscando contactos, ir a los teatros y hacer llamadas antes de llegar para saber cuál va a ser la receptividad.
Conocer la cultura es muy importante. Tienes que conocer y saber que te vas a tener que aguantar muchas cosas que quizás son extrañas o difíciles, porque tú eres el extraño en un territorio que no es tuyo. Pero siempre conocer, respetar y tener mucha humildad es ayuda. Recordar que en otro país no eres nadie, solo alguien que está llegando. Pero al final estamos aportando algo a la cultura de Ecuador y brindamos trabajo. Es maravilloso.
¿Algún artista ecuatoriano que admiras?
-Mira está Juanita Guarderas que es la dueña del Teatro Patio de Comedias. Viene de generaciones de actores, su papá era actor, sus hermanos también, y este teatro queda en su casa. ¡Su casa es un teatro! Que mayor deseo de un actor que tener tu propio teatro. Ella, con todo lo que ha logrado, para mí es un modelo a seguir.
¿Y venezolano?
-En estos días estaba pensando un poco en eso, y va a sonar cliché pero para mí Edgar Ramírez es eso que todo actor quiere ser. Porque uno siempre quiere lograr hacer algo en tu país pero también afuera. No es por cómo actúa, sino su perseverancia. Ha hecho tan bien el trabajo que por eso está donde está. Saber idiomas por ejemplo puede ser una buena herramienta.
En Quito
En Quito las entradas rondan entre los 1 y 10 dólares para un espectáculo teatral. Es más caro que el cine. La gente no sale de noche porque el clima es muy frío, unos 10 u 11 grados. Así que las obras suelen ser tempraneras. En las noches, el quiteño prefiere salir a beber o bailar.