Resulta curioso que al ser humano le cueste aceptar los fenómenos migratorios. Mientras en Italia, el ministro de interior Matteo Salvini prohibía la entrada de las ONG de rescate marítimo de quienes emigran en patera desde Oriente Próximo, o en España llega de pronto al Congreso Vox, el partido que quiere expulsar del país a todo el que no sea español, la tolerancia y el respeto parece que no hicieran falta. Esta realidad es un tema que llama la atención desde múltiples perspectivas, incluso, la de una seta y una ardilla parlantes que llegan al teatro para conmover y enseñar a los niños sobre este tema. ¿Curioso, no? Algunas especies se preocupan más que otras.
“Todas las poblaciones han tenido que migrar en algún momento”, dice Sergi Casanovas, quien en el escenario es la seta.
En la realidad, es actor y creador, junto con Pere Romagosa, de Baobab, una obra de teatro infantil de la Pera Llimonera que busca sembrar la semilla del interés por estos asuntos en los más pequeños. El espectáculo se ha llevado hasta el momento el premio como Mejor Espectáculo en la Mostra d’Igualada 2019 y el premio Xarxa Alcover 2019.
“Baobab va del problema que tenemos de hace muchos años, que es de estas personas que por causas de guerra o hambre tiene que huir de sus casas, dejar a sus familias y llegar a otro sitio donde los acojan para empezar un nueva vida. O tener un hogar donde refugiarse durante un tiempo para luego volver a sus casas”, explica a El-Teatro Romagosa.
Es la travesía. Nada fácil de explicar, por cierto, pues estos movimientos migratorios se cobran la vida de unas 909 personas en el Mediterráneo en lo que va de 2019, o unas 390 en América Latina, tan solo en la frontera entre México y Estados Unidos. La Pera Llimonera lo hace contando la historia de una seta y una ardilla a las que les han arrebatado su árbol y, por lo tanto, deben escapar a otro bosque y conseguir un nuevo árbol.
“Los niños saben de esto, conocen las noticias y muchos de ellos lo sufren. Saben que hay gente que tienen que irse y abandonar sus casas, trasladarse en unas barcas, muchos a veces no lo logran y mueren en el camino. Los niños también son protagonistas de esto”, dice Romagosa. En Baobab, sin embargo todo está tocado con humor, que es lo que caracteriza a la compañía, como explican sus actores.
Juegos de palabras, enredos y mucho color se ve en la escena de una obra con un mensaje oscuro. La línea narrativa está dirigida, sin duda, más a hacer reír que llorar o enseñar. Aunque el trasfondo es muy valioso, en ocasiones se pierde. La lección llega al final en forma de poema, Podríes, de Joana Raspall. Un texto mágico y trascendental que los actores cuelan para permitir una lagrimita especialmente al público adulto.
“Si hubieses nacido en esa otra tierra, podría ser tuya la que es su tristeza”.
En este sentido, los actores señalan que los niños lo entienden todo “o casi todo”. Desde el mantero que inicia la obra en forma de narrador y que los niños están acostumbrados a ver en las calles de Europa, hasta el momento en la embarcación cuando se obliga a algunos miembros a lanzarse al agua. La muerte y la tristeza sin embargo no se explicitan. No hay dolor para el niño que se divierte mientras los histriones lanzan objetos al patio de butacas, pero sí para el adulto.
El campo de refugiados de convierte en un campo de resfriados, metáfora somera sobre un campo que se parece más a uno de concentración que de cualquier otra cosa. Sería útil agregar qué son y para que han sido creados, aunque te lo cuente un animal y un funghi.
En la obra, además, hay unas imágenes mucho más potentes dignas de mencionar como todo el trayecto en patera o la conversación que mantienen los dos manteros, en la que en un juego imaginativo los zapatos y carteras que venden se convierten en frutas o comidas que negocian.
Los actores se lo curran y mantienen una bonita energía con los niños, que no pierden el interés ni un segundo. Habría que fortalecer los contrastes tanto en estética y arte, que no destaca en la policromia, así como en lo que respecta a la reflexión sobre la guerra. A veces creemos que los niños non están preparados para recibir esta información, pero lo cierto es que están en constante captación de estímulos reales que simplifican la explicación de los problemas. De hecho, suelen ver los problemas de una forma no tan compleja como los adultos y con menos prejuicios que estos. Quizás la historia en todo su esplendor, de luces y colores y analogías extremas al cliché infantil, es un bofetada al adulto que es a quien le falta entender que la migración es un proceso forzado por el propio ser humano.
El tema ya ha sido llevado a las tablas para público familiar. En El-Teatro.com hicimos especial mención en 2017 a la pieza Me llamo Suleimán de los canarios de Unahoramenos, una adaptación teatral de la novela homónima escrita por Antonio Lozano, que cuenta la historia de un niño que harto de la terrible situación de pobreza que vive en su país, Malí, decide marcharse junto a su amigo Musa a la próspera Europa. Todo a través de una poética y con una exquisitez sublime y sensorial.
Por el momento, a La Pera Llimonera todavía le quedan presentaciones en lugares donde miles de migrantes han llegado en los últimos tiempos y donde esta realidad ha pegado fuertemente como Cataluña, Mallorca, Andorra y, en diciembre, en Málaga. A ellos, a seguir contando.