Buscando entender algunas de las claves que debería sostener al quehacer teatral para niños y niñas que se efectúan en el país, siempre surgen un espectro de interrogantes que tratan de abrir una senda hacia su comprensión. Cuestionar los asuntos conocidos de la labor que impulsa a los teatristas preocupados por el hecho escénico para niños, el preguntarse de múltiples maneras si se ha avanzado o no en las cuestiones fundamentales que deben ser preocupación medular del teatro infantil e, inquirirse de forma activa si los territorios del imaginar / crear para la infancia y la juventud se han constreñidos o dilatado en los últimos diez años, supone que las formas y las maneras de enfrentar el hacer para esta modalidad no sea solo una propensión sin una verificación.
El reto es: ver y preguntarse. Preguntarse y verificar. Verificar y contrastar. De los resultados obtenidos de estos pasos se podría obtener ciertos indicadores que ayudarían a los practicantes (autores, directores, actores y diseñadores) a formalizar distintos territorios de preguntas y así, darle un oxígeno vital a lo que el teatro para niños debería favorecer: la formación de un mejor adulto.
A la infancia y la juventud debe ser ese ámbito que permita colocar unos paradigmas para ver si estos se sostienen o dejan de tener asideros con la actual realidad social del país el cual expone un incremento de una población infantil y juvenil que requiere ser atendida en toda su extensión de valores, educativa, psicológica y emocional.
Parte de las múltiples cuestiones que tocan al quehacer teatral infantil y juvenil siguen siendo álgidas. Algunas podrían estar bajo estas preguntas: ¿Qué factores de responsabilidad envuelve a los artistas que intervienen en el proceso de conceptualización/montaje/difusión del producto escénico? ¿nuestro teatro para niños se erige como la más decantada fórmula para generar el surgimiento de ese nuevo consciente lector/espectador que el teatro nacional demanda? ¿qué tipo de estrategias movilizan a grupos como compañías en lo que se entiende ese teatro infantil capaz de generar un cambio de paradigmas en Venezuela?
Son contados los grupos y los creadores que buscan dar oportuna respuesta a estas inquietudes. Un ejemplo de esa actitud de cambiar los paradigmas lo constaté el pasado mes de Agosto en la ciudad de Maracay gracias al sólido trabajo verificado en el Teatro de la Ópera de Maracay donde se presentó la producción infantil –pero con rasgos de abarcar a toda la familia- de la obra musical Sofía Superstar escrita, dirigida y producida por Daniel Vásquez bajo el rigor creativo y conceptual de su agrupación Teatrofia.
Del tratamiento del tema, la formulación del argumento, el perfilamiento de los personajes, el trabajo artístico de diseño y realización, la idea musical, el trabajo histriónico en su conjunto, la visual de resolución espacial, la búsqueda de una conexión con el espectador y la articulación de un todo significante, hicieron que esta propuesta estuviese orientada en romper con las convenciones y clichés que, por lo general atrofian a buena parte de lo que se muestra como trabajos para niños y sus familiar.
El asunto de la muerte conjugada con la esperanza, la conjunción de solidaridad ante lo ominoso existencial se tradujo en un mensaje lleno de optimismo. La traducción de ello fue ver como se abre una distinta puerta para enfocar otro entender sobre lo que debe ser o no, el placer evasivo que, por lo general signa a esta clase de montajes. Lo dramatúrgico como la concreción de todos los elementos formales de la puesta en escena se hilaron abiertamente sin signos superfluos o maniqueos y menos aun, de atizonarlo de un melodramatismo funcional. Sobriedad en todos los elementos que conformaron este trabajo, apego artístico para decir lo que debía decir y una justeza estética en cada una de las partes dieron ese sí que uno aspira hallar en montajes de esta clase.
La labor artística fue compacta y lúcida; destacaron la chiquilla Asly Andazol como Sofía con verdad y fuerza creativa; Nellet Cuervo, Daniel Flores, Juan Pablo Picón, Johan Patino y Yurimar Peraza entre muchos otros fluidos histriones, crearon esa sensación de un trabajo consistente, bien calibrado y lleno de entrega que dio sin duda, un hálito de cambio a lo que entiendo, debe ser el trabajo creador para nuestra infancia. A todos: ¡Un sonoro aplauso!