“Amo la poesía, para mi es una catarsis, una manera de purificarse. No me importa si me leen o no, para mí la poesía es personal, la escribo y si se publica o no es otro asunto”.
La poeta Claudia Noguera Penso comenzó a leer poesía con una antología que le regaló su tía, cuando cumplió 14 años, desde ese momento quedó prendada de la rima y la sonoridad, pero sobretodo el poder entender alguna frase corta que le decía todo.
“La poesía te llega o no, te gusta o no, la entiendes o no”.
En su formación contó con la enseñanzas del poeta Luis Alberto Crespo quien le insistió en leer a personajes como René Char, Yolanda Pantin, Igor Barreto, Anna Ajmátova, Saint-John Perse , Marina Tsvetáeva, Isidore Ducasse, T.S. Eliot, San Juan de la Cruz y otros. “Yo tengo mucho que agradecerle, me enseñó mucho de lo que sé sobre poesía, a ser lectora rígida, a decantar, a guardar un libro y sobre todo a que…
…no toda la poesía que se escribe es publicable, son ejercicios de escritura y me inculcó la rigurosidad de esperar a que el poema esté en su momento justo para ser publicado”.
Claudia cuenta que su relación con la poesía ha sido espasmódica, y que tiene periodos en los que escribe mucho, y otros de recogimiento. Afirma que el simple gesto de escribirla es liberador, además se define como una persona sumamente rigurosa con lo que publica y la corrección le lleva mucho tiempo, hasta el último instante está cambiando palabras, comas, puntuación, espacios. “Creo que para lo único que soy lenta es para escribir poesía y corregirla”.
“Desecho muchos escritos, y cada poemario que he publicado que son apenas cuatro, en 30 años, tienen escasa, entre 30 o 35 poemas cada uno”.
Sobre su poemario más reciente: Caracas mortal
Nos comenta que es un caso extraño, ya que tenía una empresa que le tomaba todo el tiempo y le dejaba poco para escribir, pero aún así lograba poner algunas palabras o frases en cuadernos. “Un día saliendo de la oficina vi a un indigente hurgando en la bolsa de la basura, sacar un pescado crudo, descompuesto y comérselo, esa imagen me estalló en la cara y me cambió la visión que yo tenía de la calle por la que pasaba todos los días durante años, me abrió los ojos, me afiló el lápiz y me permitió escribir Caracas mortal.
“Me tomó 12 años terminar caracas mortal, hace 7 años exactos pude montar los textos, en conjunto con mi hermana que es diseñadora, en una exposición en la galería del hotel paseo las mercedes, tuvo mucho éxito y fue un trabajo muy fuerte, yo misma corte las piezas en vinil y la instale en las paredes, fue muy satisfactorio”.
A finales del 2014, envió el manuscrito a Todtmann editores sin conocerlos, y a los 3 meses le avisaron que sería publicado a mediados del 2015.
“Es increíble, porque parece un libro atemporal, Caracas está congelada en el tiempo y seguira asi por muchos años”.
Manifiesta que no escribe poesía en sus mejores momentos, pero en los más oscuros, turbios, desolados, terribles y melancólicos le toca la puerta y se sienta a su lado, ha sido su más fiel compañía. “No me salva, pero no podría vivir sin ella, sin leerla y mucho menos sin escribirla”.
“La poesía ha sido el pájaro que me ha elevado hacia lo luminoso, en los momentos más oscuros de mi vida”.
A continuación dos poemas de Caracas mortal:
Esta ciudad permite vivir sin parámetros. Es subir el Ávila
hasta donde los pulmones lo permitan, gritar tu nombre
sin que nadie te importe. En este instante, en ese, momento,
el resto de la ciudad se cae a pedazos, se asuela y resiste, se
reconstruye por ósmosis y sigue viviendo, respirando a
destajo, balbuceando su derecho a seguir de pie.
No sabemos si de lucha
no importa.
Por eso seguimos en esta ciudad.
Ayer rodé por la ciudad, se sentía el olor a piña, lechosa,
mango, guayaba.
A verdura fresca.
A sol y verdes de todos los tonos.
Esta ciudad, inevitablemente nos abraza y anuda.
Ejerce su derecho de pertenencia.