Para Leer#CuadernosDeEstudio: La idea problemas y formas para la escritura

#CuadernosDeEstudio: La idea problemas y formas para la escritura

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Así que las ideas también son cajones, cajones que contienen palabras, palabras que contienen significados.

  1. CAJONES

Siguiendo la máxima de Rafael Cadenas en su “ars poética”:

Que cada palabra lleve lo que dice.

Las palabras son cajones de contenido, y así las ideas, David Lynch en su libro “Atrapa el Pez Dorado”, escribe algo que se asimila a la poética de Cadenas:

Las ideas son pensamientos que abarcan más de lo que piensas.

Así que las ideas también son cajones, cajones que contienen palabras, palabras que contienen significados.

A lo largo de toda mi trayectoria he sentido más fascinación por la forma cómo surgen las ideas, que el por desarrollo en sí mismo de esas ideas (una tarea ardua y laboriosa).

Habrá quienes piensen como Cruz-Diez (Free Color, Alberto Arvelo, 2020), que las ideas son venenosas, que hacen daño, y no les quito del todo razón, hay quienes transforman sus ideas en maquiavélicas máquinas de dominio, o quienes empecinados en una idea son incapaces de materializarlas sin salir de ahí, bloqueados. Pero si nuestra pulsión creativa yace viva y latente, la idea es un chispazo que nos puede ayudar a forjar desde el fuego de la creación.

Pensar en ideas, es pensar en la forma como se originan nuestros deseos. Una idea bien canalizada es un deseo encausado, un eros eferveciendo en conjunto y conjunción con nuestra propia psiquis. Es la oportunidad que tenemos de hacer estrechar la mano a nuestra razón y nuestra emoción.

 

Si el acto de la escritura tiene tanto que ver con la investigación, habría que pensar en la idea como la pista inicial para trazar el mapa desde dónde comenzar.

Si una idea es un cajón de contenido repleto de palabras, la primera labor, por tonta que suene, parte principalmente del acto de la observación, pero, ¿observar qué, y cómo? En principio el contenido que la caja abierta de la idea nos permite ver.

¿Sabe usted observar? ¿Se detiene usted en ciertos momentos a vivir única y exclusivamente el placer de la observación?

Observar no es una acción destinada a todos, y hoy día que sabemos que el consumo exponencial de las RRSS ha modificado nuestra percepción, observar tampoco es tarea fácil, porque el condicionamiento de la información líquida (propuesta por Bauman en su tesis de que el mundo actual es líquido y volátil) no permite que nos detengamos realmente por mucho tiempo en la información que consumimos.

Y es real ¿cuánto tiempo no pasas en el internet consumiendo información que has olvidado al segundo después de haber hecho scroll sobre ella?

Así que el principal objetivo de todo investigador es batallar contra su propio estadio emocional educativo. ¿Qué dices? Pues sí, nuestro cerebro se adecúa, y se adapta a lo que le ofrezcamos, si nuestro cerebro es una computadora, toda la información que le estamos dando, le está enseñando algo, es decir, lo estamos educando.

No es gratuito por ello pensar que el primer consejo que se le da a todo escritor sea leer: Quieres escribir, lee. Stephen King en su monumental libro “Mientras Escribo” es la única invitación que hace a sus pupilos: Leer y escribir. Escribir y Leer.

Leer, para un escritor parte de la misma esencia que escribir, y ambas acciones se originan desde el principio de la observación. Para leer hay que observar con detenimiento casi meditativo, si no, absolutamente meditativo, las palabras que se van uniendo exponencialmente de manera narrativa. Saber leer la idea se sostiene sobre el mismo principio.

Y aunque la narración inicial de una idea se mantiene desperdigada en sus elementos de manera aislada dentro de una caja, el trabajo del escritor se asimila mucho al del niño con el tarro de piezas lego que selecciona las piezas por formas, colores y tamaño, para iniciar luego el proceso de ensamblaje. Porque igual, hay que ser ordenado.

2. PALABRAS Y ESTILO.

La idea puede ser vista como una cadena de ADN

Saber que estilo, sistema, estructura o género empatiza con mis propios gustos, viene a ser un desencadenante de este triangulo donde observación, lectura y escritura, van de la mano, y si el funcionamiento de esos tres engranajes no falla, estamos muy cerca de obtener lo que todo creador busca: un lenguaje.

El lenguaje resume nuestra originalidad, pues es la forma depurada del acto constante de la observación, pues la observación también es un camino a trazar, que parte de las primeras referencias, aquello con lo que en un principio me identifico, y finaliza en la destrucción metafórica de la referencia para la construcción del propio sentido de la originalidad: mi estilo. Y donde termina uno, comienza otro.

Parece descabellado pensarlo de esta manera, pero una idea también resguarda en el cajón las pistas del estilo, el germen del lenguaje a emplear, solo hay que saber observar.

La idea puede ser vista como una cadena de ADN, ahí está toda la información necesaria que necesito para generar vida, es decir, para crear la obra.

Si toda palabra contiene lo que dice, habría que prestar especial atención a la literalidad, pues comprender las palabras tampoco es tarea fácil, una vez más el mundo que vivimos se ha encargado de ensombrecerlas, generando una continua incertidumbre entre significado y significante.

Investigar la palabra de origen es también una labor del escritor nobel: el mundo de las palabras es extenso, y nos hace pensar en cierta infinitud. Una palabra deja un rastro de guía, que nos puede ayudar a entender hacía donde nos dirigimos. Toda palabra, así sea la palabra para designar un color, nos está relatando algo, y es posible que en la narrativa de origen de la palabra (su propio cajón) hallemos evidencia importante para la construcción de nuestra historia.

 

  1. SUEÑOS.

hay dos cosas del sueño que me apasionan: El símbolo base, y la estructura

Normalmente pensamos que nuestros sueños son gérmenes de ideas fructíferas para la creación. Podríamos darnos a la tarea de relatar lo que nuestro inconsciente nos dictó, pero nos encontraremos siempre con un problema: tiempo/espacio parecen conceptos ilusorios en la transcripción de la experiencia onírica, y cuando intentamos darle orden, muchas veces sucumbimos a una suerte de frustración metafísica que nos deja ubicados en un mismo punto: el sueño mismo.

Jamás he sacado provecho de la narrativa de mis propios sueños para escribir, me resulta una tarea agotadora, es un intrincado laberinto repleto de rostros sin formas y espacios diluidos, pero hay dos cosas del sueño que me apasionan: El símbolo base, y la estructura (no la historia) caótica del sueño.

El símbolo base, es el elemento sobre lo que se sostiene el sueño: dientes caídos, arañas acechadoras, serpientes en la cama. Cada símbolo es en sí mismo, ya no un cajón de palabras, sino un monumental conteiner de información ancestral humana, pues todos siempre soñamos con los mismos símbolos, nuestra mente parece estar conectada a una fuente mucho más extensa de información de lo que pensamos y somos capaces de imaginar, y los símbolos nos han trascendido históricamente: Una mano o un bisonte estampados en la pared de una caverna prehistórica, un viaje ancestral hacía portales que nos llevan a otras dimensiones.

Es tarea del escritor si nuestra idea parte de un símbolo, hacer investigación sobre ello, hay decenas de libros fantásticos que nos pueden ayudar a interpretar el contenido del símbolo, yo recomiendo el “Diccionario de símbolos” de Juan Eduardo Cirlot.

Sobre la estructura, tengo especial interés por la fragmentación, los sueños se desarrollan en una cadena de eventos fragmentados que nuestra necesidad de lógica intenta explicar a lo hora de verbalizar, es nuestra propia manera de darle orden a todo ese caos, por lo tanto la estructura caótica del sueño nos da las claves, para generar el orden de la estructura caótica de la propia idea: una caja repleta de palabras a las que hay que darle orden.

No quiero hablar acá de la estructura poética de Aristóteles, hay excelentes profesores, talleres, academias, y demás, donde se puede conocer a profundidad el mecanismo para el relato de una historia de la forma como los griegos lo enseñaron. Vengo a hablar de algo mucho menos genérico.

 

  1. LA FRAGMENTACIÓN

Me gustan las historias que “olvidan” dar información, y que nos obligan, o nos fuerzan a buscarnos nuestras propias respuestas.

Toda historia busca su manera de ser narrada, y hay historias, que, como los sueños, a veces no tienen explicación, y nuestra mente se activa intentando buscar las respuestas. Me gustan las historias que “olvidan” dar información, y que nos obligan, o nos fuerzan a buscarnos nuestras propias respuestas.

Una de mis novelas favoritas se llama: El Golem, la escribió el austriaco Gustav Meyrink, toma de base la leyenda checa hebrea del “Golem”: un ser autómata, forjado en barro (como Adán) que cobra vida cuando se le introduce en la boca la palabra (previamente escrita en un papel): EMET, que significa: Verdad.

Lo interesante es que Meyrink apenas hace referencia a la leyenda del Golem, y la historia que nos cuenta, tiene una estructura de sueño: un hombre confunde el sombrero de otro hombre, y esta simple acción, lleva al hombre con el sombrero equivocado, a vivir, o soñar, o fantasear (nunca queda claro) sobre las experiencias del sombrero del hombre que lleva puesto.

La novela no tiene lógica narrativa, y lo que hace Meyrink es fragmentar la narración: En un capítulo estamos por una calle de Praga, en otro estamos con unos amigos bebiendo unos tragos y hablando de tarot. Y nada de esto está hilado narrativamente. Y aún así la experiencia del lector es fascinante: ¿qué universo estoy viviendo?

Una idea es un universo en formación, y la estructura que decidas para ella, debe tener como propósito hacernos visitar el universo que expandiste en la narración, como dice S. King: La escritura es telepatía, y estoy de acuerdo, pues depende del escritor transferirnos la emoción, extrañeza, o lo que sea, de lo que en principio la idea inicialmente te transfirió a ti.

 

  1. LOYS EN EL LABERINTO.
Fotografías Rommel Llanos IG @rommelllanos. "Loys En El Laberinto" Escrita por Daniel Dannery. Dirigida por Julián Izquierdo. Grupo Fábula. 2023
Fotografías Rommel Llanos IG @rommelllanos. “Loys En El Laberinto” Escrita por Daniel Dannery. Dirigida por Julián Izquierdo. Grupo Fábula. 2023

Cuando escribí la obra “Loys en el laberinto”, partí de una imagen símbolo como idea: El laberinto.

Es un símbolo que ha hecho mella en nuestra propia evolución creativa humana, y que nos indica tantas cosas para nuestra propia concepción de lo que llamamos verdad.

Además, es un símbolo que pone en entre dicho muchas de nuestras angustias relacionadas con el principio de lucidez; por lo general el laberinto es un símbolo de locura, así al menos lo ha visto el psicoanálisis en relación al mito de Teseo, o una película como “The Shining” que convierte al minotauro en un padre alcohólico delirante capaz de matar a su familia.

Muchos escritores han escrito sobre el laberinto, ¿cuántas películas, cuentos, novelas, etc, no conocemos que tengan de base un laberinto? Si estás pensando en originalidad, debo detenerme un momento para decirte algo: lo siento, ya todo está escrito, pero lo que se está por escribir, es tu visión sobre eso.

Así que me atreví a dar mi propia visión del laberinto… Y para mi el laberinto, tiene esa connotación similar a la forma del cerebro, no me cuesta pensar que el laberinto como símbolo haya surgido de la primera extracción de un cerebro humano que se haya hecho hace más de veinte mil años (quizás exagero) … los intricados recovecos, pasadizos, corrugaciones, que tiene la forma de nuestro cerebro, es fascinante.

¿Y si tuviese la manera de recorrer los pasillos de mi propio cerebro con que me conseguiría? Y con esta pregunta nació la línea base de mi historia: Un niño recorre los pasillos del laberinto buscándose así mismo.

Así, que este niño al que llamé “Loys”, por ser un nombre neutro, bien un niño o una niña, (ya que la obra se mete en los recovecos del lenguaje inclusivo), se perdería en el laberinto de su propia mente, y ahí viviría una aventura de autodescubrimiento…

¿Quiénes serían los personajes con los que se encontraría? Por supuesto, la imaginación de Loys, estaba delimitada al contexto de Loys. Loys es un niño con una condición, neurodivergente, por lo tanto, imagina de manera distinta, y aunque la fantasía de Loys puede estar directamente relacionada a su contexto real, había que velar el mundo de la realidad, con el de la imaginación, por lo tanto, que se encontrara en el laberinto con su mamá, sería aburridísimo, pero si su mamá en el laberinto fuese una bruja, sería más divertido, y así surgió el personaje de Amán.

Todos los personajes en Loys, vienen de la propia observación de los patrones arquetipales propuestos por los arcanos del tarot. Me valí entonces de mi mazo de tarot, y observando a Loys como el “Tonto” que da inicio al viaje, procedí a darle un rol en la vida de Loys a cada personaje, como no quería que hubiese tantos personajes (son 22 arcanos mayores), lo que hice fue fusionar algunos rasgos arquetipales con otros.

Loys se encuentra en el camino con “Eddie” un ladrón, un pícaro de segunda, como Val Kilmer en “Willow”, Eddie es la fusión de “El Mago”, “El Emperador” y “El colgado”, y en la vida real, es el padre de Loys. Así que Loys se encuentra con este hombre, que es muchos hombres a su vez, y es lo que termina dándole al personaje una profundidad increíble en sus acciones, y sus razones. También está “El Diablo”, “La Templanza”, todos, todos los arcanos… ¿Y el minotauro? Te invito a que leas la obra, para descubrirlo por ti mismo.

Así que, una idea puede venir de cualquier parte, solo hay que saber observar, ¿no les parece?

 

Estas notas forman parte de mis propios #CuadernosDeEstudio ¿Te interesa que escriba sobre otro tema relacionado al mundo de la actuación, la dirección o el teatro en general? Puedes escribirnos en el cajón de comentarios al finalizar esta nota, o a nuestra cuenta IG @elteatroes ahí con gusto te atenderemos.

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