Muchos han intentado definir el dolor. Hay quienes lo relacionan con un “sentimiento de congoja” y existen aquellos que prefieren asociarlo con malestares físicos. Pero lo cierto es que en su concepto convergen la ciencia y el arte como una manera de aliviar el mal, tratarlo y hasta sublimarlo.
Estas prácticas son tan ancestrales como la historia misma. Pero la sublimación de las emociones como método de escape es una de las formas de expresión artística más compleja y de cuya herencia los antiguos griegos son algunos de los responsables. Y es que esa delicada manera de llevar al escenario el atroz sentimiento que se apropia de la mente y hace estragos en el cuerpo, la que hace a aquellos unos verdaderos maestros sobre las tablas y convierte a la dramaturga y actriz Pilar Fridman en el cerebro detrás de Cyan, su primera obra de teatro.
La argentina nacida en 1994 y ganadora del Concurso Óperas Primas 2018 ha decidido omitir los otros sentidos y describir aquí con sus propias palabras el color cyan, llenándolo de tormentos y pasiones desbordadas del cauce de la pérdida y el dolor de dos familias separadas.
Sin embargo, la artista no solo funciona como creadora, pues igualmente se desdobla para encarnar a María, una mujer presa de las circunstancias de una actriz frustrada que se encuentra a merced de su hermano Bruno (Santiago Scauso), un escritor que, también encerrado, se verá atascado en una realidad que lo envuelve en las paredes de su hogar. La distracción de una novela a medio terminar, o la presencia del personaje omnisciente, mística y representativa de Frank (Franco Antonio de la Puente), serán las formas más inútiles que tendrán estos auto-marginados para desahogar sus penas y curar sus cicatrices.
Cyan también funciona través de una serie de ávidos juegos de iluminación y recursos de música pop que servirán para que los intérpretes Débora Nishimoto y Daniel Surasky tomen la batuta del relato para dar a conocer mediante los roles de los vecinos Audri y su esposo Edward respectivamente, la historia que se halla detrás del resto de los personajes.
Entonces, el espectador conseguirá inmiscuirse aún más en la intimidad de las familias aparentemente normales, haciéndose partícipe de supuestos actos cotidianos sobre la que pocos desean debatir.
Así, el incesto al mejor estilo de Flores el ático, lo absurdo propio de La cantante calva, desplazamientos en escena que recuerdan el estilo de filmes como Dogville de Lars Von Trier y un diván que parece haber sido prestado por aquel condenado psiquiatra venezolano llamado Edmundo Chirinos, se convierten en la más breve simbología que da origen a una reflexión sobre la tristeza, el vicio, el anhelo y la melancolía. Todos estos, sentimientos que nacen en el seno de hasta las familias más acomodadas y que pueden ser el más fiel constructor de su camino hacia la perdición.
Aunque todo, siempre, puede ocurrir de cualquier otro modo.
Cyan: El argumento
Bruno y María sufrieron la muerte de sus padres y atraviesan el duelo encerrados en su hogar. Audri y Edward son un matrimonio que vive en la casa vecina, encerrados en su rutina. Los ambientes se mezclan, dejando abiertas nuevas posibilidades.
La obra se presenta en la ciudad de Buenos Aires, Argentina, todos los viernes de marzo y abril a las 8:30 de la tarde en el Centro Cultural Rector Ricardo Rojas, sala La Cancha.