Por Javier Molina.- Dicen que hubo una revolución teatral en Madrid: aquella protagonizada por las memorables casuchas lóbregas y laberínticas, los microteatros y las pequeñas salas de barrio que nos brindaron las mejores historias en plena crisis. La escena alternativa fue un auténtico semillero para creadores y productores y sacó a la luz a autores de la talla de Alcantud, Martret y la uruguaya Denise Despeyroux, presente en los momentos más emocionantes y exitosos: los de la Casa de la Portera, La Pensión de las Pulgas y la Sala Kubik Fabrik.
Este mes Despeyroux estrena Un tercer lugar en el Teatro Español y nos devuelve de lleno a la esencia de aquella emoción con una historia de seres tiernos, inseguros, neuróticos y soñadores.
Tres historias y tres parejas que se mezclan en un escenario precioso y hábilmente iluminado que se transforma con solvencia en una casa, un bar, una biblioteca o un palco de butacas.
Los diálogos fluyen con la gracia y la elocuencia de un Woody Allen teatral, aunque ella seguramente se sienta más cerca de Veronese, ese pope argentino tan presente, tan homenajeado en esta obra. También nos topamos con el aroma del barrio chino madrileño, a la otra orilla del Matadero, otro homenaje a la inolvidable experiencia de Historias de Usera (en la que Denise también participó y destacó).
El austriaco Peter Hanke asegura que antes de convertirse en una pareja perfecta, un hombre y una mujer deben recorrer un arduo camino y encontrarse en un tercer lugar que no pertenezca a ninguno, que les resulte extraño y que a la vez les una. De ahí viene el título y la idea original. “La rendición es clave en el amor”, resumió la autora en una entrevista.
“Ya lo dijo María Zambrano: enamorarse es ser vencido sin rencor”.
El reparto lo encabeza un inmenso Jesús Noguero (qué actor se está perdiendo el cine español) y Lorena López, tierna y doliente en su monólogo final. La sinergia de miradas y los triángulos establecidos entre los personajes son un auténtico ejercicio teatral.
Desde El corazón es un extraño a la aclamada La realidad, Despeyroux explora la posibilidad de un amor desesperanzado y dialoga con la idea de obra en obra, consciente de estar creando una saga que se entrelaza y resuena a sí misma.
“En cada una de mis obras trato de contestar a una pregunta, y esa respuesta me genera, a su vez, otra pregunta”.
El resultado es lo mejor que le puede pasar a un teatro: sonrisas presentes durante toda la obra; y lágrimas de emoción ante la belleza y el logrado final. Definirlo como comedia sentimental es quedarse muy corto. Woody Allen firmaría encantado este despliegue de elocuencia y lucidez.
No importa que el teatro sea grande o pequeño, lóbrego o pudiente. Alternativo o comercial. La esencia del mejor off madrileño perdura. La revolución continúa.