“Todo ser humano es teatro, aunque no todos hacen teatro. El ser humano puede verse en el acto de ver, de obrar, de sentir, de pensar. Puede sentirse sintiendo, verse viendo y puede pensarse pensando. ¡Ser humano, es ser teatro!”. Augusto Boal.
Cada 8 de octubre se celebra el Día del Teatro Latinoamericano, conmemorando que hace 53 años se realizó la primera edición del Festival Latinoamericano de Manizales en Colombia, con la participación de agrupaciones de Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú y Venezuela.
Esta celebración se realiza desde el 2016, impulsada por el Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral (Celcit) y apoyada por cientos de grupos del continente.
Para celebrar este día recopilamos los testimonios de diferentes artistas del quehacer cultural: Lupe Gehrenbeck, Rosa Luisa Márquez, Arístides Vargas y Sabina Berman.
Lupe Gehrenbeck dramaturga y directora venezolana
¿Cómo hablar del teatro latinoamericano como un todo sin caer en la fatal equivocación del reduccionismo? Cuando los latinoamericanos somos percibidos como un todo, se equivocan en creer que peruanos, chilenos, venezolanos, guatemaltecos o costarricenses somos la misma cosa. Cierto es que todos hablamos español y tenemos una historia con Colón y sus secuaces, pero es probable que existan mas significativas coincidencias, a pesar de la diferencia de idioma, entre dominicanos y brasileños que entre paraguayos y mexicanos, o entre cubanos y norteamericanos, a pesar de las imposiciones políticas que desde los gobiernos los separan.
Lo que sí nos une como un solo continente es que somos el Nuevo Mundo. Con menos pasado que Europa si se quiere, mas livianos de equipaje, con mayor desenvoltura en imaginarnos un futuro gracioso. Lógicamente según las economías, se pueden establecer claras diferencias entre Argentina y Estados Unidos, o entre México y Haití, que degeneran en complejos de superioridad y de inferioridad, la odiosa postura que hace que unos se crean mejores que otros.
En todo caso, según decidamos a qué clasificación acogernos, nos podemos separar en catalogaciones de norte y sur, o católicos y protestantes de origen, o rubios y morenos, y así podemos llegar a conclusiones distintas sin remordimientos. Lo que sí podemos acordar es que en tanto en el norte, el día a día alimentario los hace vivir cotidianidades mas holgadas -sin caer en determinismo económico-, eso les otorga la disposición a atreverse a escribir la historia propia sintiendo que vale. Y es allí donde el asunto me tienta a incurrir en el error de la generalización: creo que los “latinoamericanos” seguimos afectados por una cierta minusvalía de colonizados, que nos hace preferir imitar las fórmulas de éxito del primer mundo, o ajustarnos las maneras por complacer la imagen arquetípica que de lo latinoamericano se tiene en otras tierras, antes que aventurarnos a nuevas dramaturgias que nos den voz.
¿Tal vez también influye que nuestras realidades no se quedan quietas como para permitirnos ponerlas en blanco y negro sin temor a equivocarnos? Que la frenética dialéctica de nuestras historias es lo que nos hace tambalear, pues apenas creemos que entendemos lo que pasa, resulta que cambió todo? En consecuencia, creo que si de algo adolece nuestro teatro -atendiendo a la generalización que nos agrupa como “teatro latino”- es de dramaturgia.
De la literatura dramática autóctona que nos permita hacernos de mayor internacionalización, de ocupar nuestro lugar en el mundo con palabra propia y distintiva. Se trata de confiar en esa frescura, en esa “latinoamericanidad” tan celebrada como vilipendiada, con la que reímos y lloramos, con la que bailamos y amamos, con la que construimos y derrumbamos, para escribir el teatro que nos cuente y que cuente. Y que el mundo se entere.
Rosa Luisa Márquez artista de teatro y pedagoga puertorriqueña
El teatro de nuestra América se nutre de muchas fuentes. Se enriquece además con el rigor emblemático de las danzas que provienen de Asia y de las fábulas animadas de la tradición oral africana. Continúa adelante ofreciendo alternativas de comunicación urgente frente a la muerte y crece desde la tramoya cibernética. Aún dentro de las pequeñas habitaciones en donde nos hemos encerrado a compartir miedos, angustias y alegrías celebramos la vida con acciones teatrales porque permanece el deseo del encuentro, de la comunicación urgente, del zoom/teatro a través del tiempo y del espacio y de la búsqueda incansable del abrazo.
Arístides Vargas actor, dramaturgo y director argentino
Es bueno tener un día dedicado al teatro de América Latina, fundamentalmente porque es un arte amenazado aunque no en extinción. Entiendo el teatro de América Latina a partir de una consideración que Artaud tiene sobre el cuerpo. El “cuerpo sin órganos” lo llama, es decir, un cuerpo sin organización aparente, un cuerpo sin jerarquías, un cuerpo donde todas sus partes tienen la misma importancia. Lejos de una organización productiva, un organismo no integrado a un orden productivo, eso es un cuerpo sin órganos, una comuna que no quiere ser continente sino des-continente, que se expulsa fuera de sí mismo en diversas propuestas que surgen en un movimiento desde su propia motricidad o energía que deviene del movimiento anterior. Es imposible entender el teatro contemporáneo en el continente sino se entiende esta sucesión de movimientos que son su forma de caminar, y una manera de resistir a la inmovilidad y la muerte.
Sabina Berman dramaturga, narradora, poeta y guionista mexicana
Hay más distancia entre las comunidades que hablan español en el continente americano, que entre Estados Unidos e Inglaterra, y lo que queremos en tender puentes a través del teatro. Nuestro teatro tiene una dimensión más social, más política y con menos ataduras morales. Estamos liberados de la corrección política, lo que enriquece muchísimo. Además, nuestras obras tienen una dimensión política mucho más ardiente.
El Celcit festejará sus 45 años bajo el lema: ¡Fiesta! Teatro latinoamericano en red