Sin lugar a dudas Diana Volpe lleva en sus genes su pasión por las artes escénicas. Y es que su madre, retirada del teatro al casarse, nació sobre un escenario cuando la abuela de Volpe se preparaba para participar en una obra. Pronto siguieron las piezas que hacía en el colegio y las representaciones que organizaba para sus vecinos o su familia. Así empezó la carrera en la que lleva poco más de cuatro décadas. Sin embargo, aquellos eran otros tiempos.
En medio de críticos problemas económicos, políticos y sociales que se adueñan cada vez más de Venezuela y que limitan el desempeño de quienes desean apostar por el país, Volpe se arriesga junto con un equipo de colegas -los integrantes del Grupo Contrajuego, Orlando Arocha y Ricardo Nortier- con la creación del proyecto teatral denominado La Caja de Fósforos.
¿Cómo nació este proyecto?
-Nace a partir de la idea de querer un espacio en el que se puedan presentar diferentes propuestas. Entre ellas, clásicos que vayan dirigidos a esa audiencia que está en la permanente búsqueda de nuevas realidades. Pero sobre todo apuntamos a esas personas que aspiran salir conmovidas al final de la función por esos momentos de reflexión que las invadieron.
¿Cuáles son los criterios que usa al momento de seleccionar las obras que se van a montar en este escenario?
-Existen diferentes motivos. Este año, para el II Festival de Teatro Estadounidense tengo el placer de traer ocho piezas teatrales que se enfocan en la multiculturalidad norteamericana que prácticamente los define. Así, presentamos espectáculos que hablan sobre el racismo, sobre problemas familiares y sociales que pueden ser entendidos por el público y trasladados a sus propias realidades. En El Cine, que es la que dirijo en esta ocasión, se puede ver a tres jóvenes que viven una dura realidad que no se escapa de lo que verdad del resto de las personas de su edad en el mundo: el haber perdido las expectativas con respecto a una vida mejor.
Sin embargo, siempre hemos mostrado lo que hemos querido mostrar, sin ningún tipo de límites y el público lo agradece.
¿Ni siquiera límites impuestos por el gobierno?
-No. Las autoridades gubernamentales no tienen razones para meterse con nosotros si en ningún momento buscamos afectarlo ni dependemos de él. Nuestra misión es otra y está orientada hacia el público mismo.
¿Cómo hace con la falta de divisas?
-No las necesitamos pues casi todos nuestros costos son en bolívares. Sin embargo, cuando nos embarcamos en aventuras como esta contamos con el apoyo de la Embajada de Estados Unidos en Venezuela así como de otras instituciones que nos apoyan económicamente como el pago en dólares de los derechos de autor de las obras que presentamos. Con todo, el objetivo educativo prevalece y mantenemos una taquilla muy baja. Lo que de verdad interesa en este momento es que nadie tenga excusas para no venir.
¿Qué podemos ver de Diana Volpe en sus obras?
-El mundo que yo viví y que se ha distanciado de la realidad actual. Esa forma de ver la vida basada en la premisa de que con el trabajo duro podemos llegar a ser lo que queramos y alcanzar nuestras metas. Cuando yo era más joven podía darme el lujo de tomarme un descanso y al momento de retomar las tablas conseguía de tres a cinco ofertas al mismo tiempo. Esto es algo que los jóvenes ya no pueden vivir. El mundo está cambiando y con él, también lo hacemos nosotros.
¿De qué manera se balancea usted frente a la Venezuela de hoy en día, rodeada de tantos problemas?
-Hago teatro con las uñas. Es indudable que los problemas del país nos afectan a todos, pero no por eso dejaremos de hacer lo que más nos gusta, que es entretener. Cada uno de los que conformamos este equipo tiene experiencia en el teatro por lo que las cosas que podamos necesitar como vestuario, utilería o incluso parte del escenario la podemos aportar o conseguir con cierta destreza. Además, vivimos del reciclaje de todos los materiales que empleamos -por eso no podemos remontar las obras-.
¿Cómo enfrenta el hecho de que son cada vez más los talentos que deciden probar suerte en otros países?
-Nos toca llorar cada tanto, pero seguimos adelante. Respeto la decisión de quienes deciden irse y de los que quieren quedarse. En La Caja de Fósforos estamos comprometidos con las cien personas que gravitan alrededor de este proyecto y con la idea de seguir mostrando el oasis en medio del desierto en el que estamos los venezolanos.
¿Continuará apostando por Venezuela?
-Aunque no sepa en este momento lo que será de mí como individuo en un período a largo plazo, sí sé que mientras viva y tenga las posibilidades buscaré la manera de darle a Venezuela lo que soy, el teatro.