Pensar en Dirty Dancing es recordar ese baile final con la canción de “Time of my life” de fondo. La primera imagen es inconfundible. De inmediato se transporta el espectador a la escena del lago en la que Johnny y Baby ensayan el salto de la película o a esos bailes entre el personal del hotel.
Pero la historia escrita por Eleanor Bergstein en realidad fue mucho más que un cuento de amor, bailes y canciones.
El filme, estrenado en 1987 en el Festival de Cannes y en Estados Unidos y un año después en España, representó –y sigue haciéndolo– un hito dentro de ese cine adolescente acompañado del subtítulo de “para chicas”. Lo primero porque fue una película que rompió con los tabúes del sexo, que abordaba desde el punto de vista de la mujer, mientras que enarboló la defensa del aborto legal sin tapujos. Y sutilmente trasladó un mensaje feminista a toda una generación.
Ahora, en plena oda nostálgica, vuelve a la actualidad convertida en un musical que se estrenó el 1 de diciembre en el Nuevo Teatro Alcalá y llegará en febrero al Tívoli de Barcelona.
El musical Dirty Dancing llega a España en una producción con un elenco compuesto por 27 actores, cantantes y bailarines más cuatro músicos que tocan en directo.
Las canciones se interpretan en inglés, a diferencia de lo que ocurre en otras piezas en la que son traducidas. El espectáculo está protagonizado por Amanda Digón en el papel de Baby y Christian Sánchez como Johnny.
“Lo más complicado es la fluidez porque estamos en un escenario y es difícil que las escenas fluyan como un río porque se recrea cada escena de la película”, subraya Bellone en el descanso de un ensayo.
Los responsables llevan desde el pasado mes de octubre montando el espectáculo en Coslada, mientras marcaban cambios y posiciones en español, italiano e inglés que les permitieran adaptar la historia a lo que se verá en el escenario. De hecho, como curiosidad, durante las algo más de dos horas que dura el montaje hay 75 cambios de escenografía y Baby tiene 13 cambios de vestuario (500 trajes se lucen en la producción) solo en el primer acto.
“Dirty Dancing es la historia clásica de los años ochenta que tocó el corazón de toda una generación. El público revivirá la película y se marchará con esa energía y fuerza de un guión que, al final, habla de motivación y de destruir barreras”, agrega Iñaki Fernández, productor del espectáculo.
Sánchez, por su parte, nació con el filme y asegura que recuerda vívidamente la primera vez que vio la película. “Fue algo muy diferente a todo lo que había visto por su sensualidad. Para el momento, era una película muy ‘hot'”, dice. Bellone, a su lado, asiente y deja claro que ese erotismo sigue estando igual de presente encima del escenario.
Para Digón “fue la primera película con danza que vi en mi vida. Me marcó muchísimo porque yo ya quería actuar de pequeña”.
Ambos aseguran que han visto la cinta pero no se han basado en ella para crear sus personajes pues buscan evitar las imitaciones. Y, por supuesto, el salto sigue siendo lo más difícil para ellos.
“Es lo que requiere más práctica y lo que da más miedo porque es lo que la gente viene a ver”, dice la actriz.
Aunque está vez el público lo verá en directo como un invitado más del lujoso hotel Catskill Mountains de Nueva York, ya que así se ambientará el teatro donde se presentará.