Un clásico se define por su resistencia al paso del tiempo. La posibilidad de reinterpretar una misma pieza en diferentes circunstancias, épocas y ciudades, obras que no pierden su frescura inicial y en las que pareciera que algo permanece.
¿Existe ese elemento esencial en “Doña Francisquita” de Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw? ¿Es esta pieza de Zarzuela con música de Amadeo Vives un clásico del teatro musical español?
Asistí a la puesta en escena de Lluís Pasqual en el Teatro de la Zarzuela bajo la dirección musical de Óliver Díaz con estas preguntas en la cabeza. Me interesa saber si es posible que, como pretenden los directores del proyecto Zarza, Francisquita y su género siga resistiendo al paso del tiempo. La pregunta no es en vano, porque el género ha tenido que superar una serie de pruebas y contratiempos.
En este artículo ofrezco algunas consideraciones desde mi relación con el teatro y España, mi país de acogida.
El género de la Zarzuela y el peso de los prejuicios.
El objetivo que persigue el Teatro de la Zarzuela es rescatar el valor del género para que cuando suene una de sus piezas nadie piense en El Pardo (hay allí un Palacete Real que hizo las veces de vivienda alternativa de Francisco Franco). Este es uno de sus principales retos, desvincular al género de la dictadura y el nacionalismo, cuya conexión le impuso años de marginación y dificultades.
Porque es cierto que la Zarzuela fue utilizada durante la dictadura con intenciones propagandísticas, pero también es verdad que fue censurada bajo las conveniencias del franquismo y restringida a un repertorio cuidadosamente filtrado.
Comprendo la dificultad del reto cuando pienso en asuntos que yo misma afrontaré desde mi gentilicio en el futuro, abordar los daños de la arbitrariedad política no es fácil. En mi caso, hablo de heridas sobre las que aún se está profundizando en mi país (Venezuela) y hoy difícilmente puedo pronunciarme más allá del dolor. Mirar cómo han lidiado otros con este tipo de problemas, sin embargo, puede ser terapéutico para mí.
El hecho es que hay un rico repertorio de Zarzuelas españolas intacto, producido casi en su mayoría antes de la guerra civil y la dictadura que le precede, pero ignorado casi por completo debido a circunstancias históricas. Doña Francisquita aparece en el marco de un proyecto empeñado en rescatar estos bienes culturales.
Lo que la Zarzuela comunica de la vieja España es algo digno de ser visto, de allí el empeño en librarla de prejuicios y complejos.
Lluís Pasqual justifica una puesta que insiste en evocar ese espíritu de alegría y emociones felices de la Zarzuela, quiere que los espectadores nuevos entiendan que su origen es popular.
Inicialmente la difusión de este género dependía de su popularidad en la taquilla. Era el público quien determinaba sus mensajes y contenidos, así que se trata de las expresiones en las que el español podía contemplarse a sí mismo. Igual que Lluís, muchos se educaron musicalmente con este género. Rescatarlo es un trabajo que requiere madurez.
El futuro de un género en una nación de naciones
Hay heridas de España que continúan abiertas. No iniciaré yo una reflexión alrededor de soberanistas en este país y sus apreciaciones o complejos en torno al lenguaje que tienen en común. Pero se trata de aspectos que comprometen la aceptación y viabilidad de la Zarzuela en la totalidad del país.
Apreciar el género implica tener la madurez para lidiar con problemas de identidad, comprender sus límites, pero también su naturaleza plural e inclusiva. Después de verla, entiendo que la Zarzuela se presta en ocasiones, como pretende Lluís, para la alegría o el disfrute de “ese espíritu de fiesta compartida”, y también para momentos de alguna reflexión útil.
¿Estorba el libreto costumbrista en una puesta contemporánea?
La puesta en escena de Lluís Pasqual se las arregla para que sea la música el alma de la pieza. La participación de Gonzalo de Castro, a modo de narrador, hila una trama en torno al problema de mantener o no el libreto, al tiempo que lo reescribe.
Hay una preeminencia de la música, al punto de que no se percibe claramente la trama del libreto original de Doña Francisquita. El director se justifica asegurando que el costumbrismo es incapaz de generar conexión con el público contemporáneo. Además entiende que La Zarzuela demanda intensamente la atención del público, por eso ha querido “limpiar el ojo del espectador”.
La adaptación evoca el recorrido del clásico en diferentes momentos, el primer acto durante los años 30 en un estudio de grabación, el segundo transcurre en los 60 en un plató de televisión. En el tercer acto el espectador es testigo de que sí es posible hacer un montaje contemporáneo de esta pieza.
Para mi la experiencia fue maravillosa, interpretaciones impecables, la participación de una grande como Lucero Tena es un momento hermoso y conmovedor. En mí se ha logrado el objetivo: he quedado con ganas de más Zarzuelas.
Doña Francisquita podrá verse hasta el domingo 2 de junio. Además se ha anunciado una transmisión en vivo el miércoles 29 de mayo a través de las redes sociales del Teatro de la Zarzuela.
Fotografías cortesía Teatro de la Zarzuela / Javier del Real