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El drama de los venezolanos en Perú va al teatro

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Por ahora, Ángela (33) vende arepas en un paradero de la avenida Universitaria y ahorra para traer a sus padres de Venezuela. Lleva diez meses en Perú y espera poder reencontrarse con ellos, porque en su país, además de la escasez y la crisis política, no hay seguridad.

Por ahora, Yordángel (12) se adapta a la educación peruana y empieza a hacerse amigo de niños que antes se mostraban hostiles con él. Cuando llegó de Caracas, pesaba apenas 33 kilos, hoy ha recuperado los 20 kilos que perdió los últimos meses que estuvo en su país, alimentándose con lo que hubiera a la mano.

Por ahora, Osmán (51) agradece a Dios ser de los pocos profesionales venezolanos en Perú que pueden ejercer su carrera. En su tierra, ocupó un importante cargo burocrático como médico hasta que el régimen chavista lo obligó a migrar, por lo que estuvo varios meses sin trabajo y viviendo de una beca.

Por ahora, Robert (40) se siente orgulloso de haber inaugurado su propia peluquería en Lima. Antes de abrir su negocio, trabajó buen tiempo en Chincha con una amiga peruana que antes fue su clienta en Caracas. Se desplazó a Lima porque sintió que en Chincha no iba a desarrollarse.

Por ahora, Antonio (63) toca el cuatro en un simpático trío junto a su hija Jéssica (24) y su yerno Carlos (37). ‘Los Tres Cuatros’ se llama la agrupación que recorre el país difundiendo música tradicional venezolana y algunas piezas de teatro para niños.

Por ahora, Andrea (25) se pregunta qué tiene en común su historia con la de sus paisanos. ¿Solo el hecho de ser venezolana? Porque ella llegó con un puesto seguro como publicista y no pasó un solo día a la deriva como los demás. No sufrió tanto como ellos. Y eso le da remordimiento.

Voces que fluyen

Por ahora, es el nombre de la obra dirigida por el venezolano Juan Souki y escrita por el ganador del Premio Nacional de Dramaturgia, Daniel Amaru Silva. Una apuesta por el teatro testimonial, que prescinde de actores profesionales para darle voz a los propios protagonistas.

“Lo que queremos es mostrar la realidad de los migrantes venezolanos, una realidad que los peruanos pretendemos ignorar. Esperamos que luego de ver la obra, el público se sensibilice y ya no voltee a ver hacia otro lado, que sea menos indiferente”.

Cuando Juan y Daniel idearon la obra, acordaron que no habría un guion, sino que este se iría construyendo a partir del casting, de las entrevistas que harían a los participantes, de sus propias historias. Los requisitos para ingresar al elenco fueron dos: ser venezolano residente en el Perú y no tener experiencia en actuación.

La convocatoria, anunciada por el Teatro La Plaza a través de sus redes sociales, reunió a más de doscientos migrantes venezolanos, cada uno un personaje, cada uno una historia. Familias enteras, grupos de amigos, enamorados, novios, esposos, compañeros de trabajo, guerreros solitarios de la sobrevivencia, fueron moldeando la trama.

–¿Y al final, por qué eligieron a estos ocho?
–Bueno, podría darte muchas respuestas. Pero fue una elección arbitraria. Programamos el casting como algo televisivo, en grupos de diez en diez, y entrevistamos a cada uno. Preguntas como qué significan el Perú y Venezuela en sus vidas, sus experiencias desde que llegaron acá y por qué vinieron, eso.
–¿Y el número ocho, a qué se debe?
–Bueno, son ocho las estrellas que aparecen en la bandera de Venezuela.

Una amenaza chavista

El nombre de la obra pareciera hacer alusión al estado temporal de los migrantes en una tierra ajena. Pero no es precisamente así. Por ahora encierra un significado que solo un venezolano podría comprender, un momento en la historia de su país que muchos quisieran nunca haber vivido.

“Compañeros, lamentablemente, por ahora, los objetivos que nos planteamos no fueron logrados en la ciudad capital. Es tiempo de reflexionar y vendrán nuevas situaciones, el país tiene que enrumbarse definitivamente a un destino mejor”, fue el mensaje del ex presidente fallecido Hugo Chávez, tras su fallido intento de golpe de Estado el 4 de febrero de 1992.

Tras rendirse, el comandante Chávez iría preso, pero esa acotación, el “por ahora”, anunciaba que su lucha no había terminado, que se haría del poder absoluto seis años después y que solo lo dejaría tras su muerte, quedaría grabado para siempre en la mente de todo un país que aún sufre sus acciones.

“Esa amenaza de Chávez nos marcó a todos, sin excepción”, opina Osmán Argüello, el médico que desde hace cinco años encontró en Perú una segunda patria.

Cuando el régimen chavista tomó el poder, Osmán perdió su trabajo en una gobernación del Estado de Táchira y decidió que debía de migrar con su familia. Fue así que consiguió una beca para una maestría en Perú.

Historia de una nación

Pero la obra no solo se centra en las consecuencias del chavismo y la diáspora de los venezolanos hacia Perú. Incluye pasajes de la propia historia venezolana, desde la época prehispánica, la conquista, el virreynato y la república. Entrelazados con las experiencias de los protagonistas, se van mostrando los hechos que marcaron al país, a veces en letanías, a veces en videos y voces en off.

Parte importante en esta línea de tiempo es la intervención de Antonio Daza, el músico que en Venezuela laboraba como ingeniero y que ante el resto del elenco, como en una clase, habla de la importancia del petróleo en la economía venezolana, tanto en sus años de mayor prosperidad, como durante la crisis.

Antonio es también el encargado de entrevistar a Yordángel, el chico de 12 años que por diferencias entre currículas escolares aún no acaba la primaria y que, desde su inocencia, plantea acaso las reflexiones más importantes de la obra. El contrapunto entre el más viejo y el más joven del elenco, simboliza el encuentro entre el pasado y el futuro de los venezolanos.

Todo esto, acompañado de la música de Los Tres Cuatros, de flautas, bongós y un cajón peruano. Ritmos llaneros, intercalados con música afroperuana: festejos, landós, lamentos y fusiones diversas, aplausos, zapateos, cantos corales y también solistas.

Apuesta ambiciosa

Para Daniel Amaru esta es una apuesta ambiciosa, un proyecto en el que muchos no confiaban en un inicio. No contar con actores profesionales, reunir a personas que se buscan la vida en diversos oficios y horarios, es un reto que no había tenido que enfrentar antes. A veces, acordar un ensayo es difícil, pero el elenco se las ingenia para asistir.

La próxima semana comienzan las pruebas en el escenario y los ocho protagonistas tendrán que acomodar sus tiempos, pedir permiso a sus jefes, faltar al colegio o hacerse los enfermos para acudir en las mañanas y no por las noches, como lo han hecho hasta ahora.

Los ensayos han estado bien, han dejado satisfecho al dramaturgo, quien va afinando todo para su estreno del 22 de setiembre y las otras dos funciones del 23 y 24. Solo Osmán Argüello tuvo unos problemas con sus líneas.

Eso es todo, por ahora.

Fuente: La República

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