“Pasan generaciones y generaciones, y el ser humano sigue intentando, sin éxito, huir de la muerte. Hay algo de patético y de cómico en ese empeño”.
Quien habla es la actriz Nathalie Poza (Madrid, 1972), que por los caprichos del azar, en los últimos meses, ha revivido el duelo por el padre en dos proyectos bien diferentes: la obra que dirige Andrés Lima y que se representa mañana y el sábado en el Teatro Central de sevilla, y la película No sé decir adiós, de Lino Escalera, un trabajo que le ha supuesto a la intérprete su cuarta candidatura al Goya.
Andrés Lima se despide de su progenitor a través de un reparto que encabezan Poza, Chema Adeva y Ainhoa Santamaría, ganadora este año del Max a la mejor actriz de reparto por La estupidez.
El director se inspira en Shakespeare y en Sueño de una noche de verano en un montaje que posee también una parte realista. “A Andrés le gusta decir que es una obra transgénero”, señala Poza.
“Hay comedia y tragedia, verso y prosa, está todo mezclado. Y Ainhoa y yo hacemos personajes masculinos. No nos disfrazamos, hay un cambio sutil, vamos a la esencia de los seres. El teatro permite esas licencias, desde el momento en el que digo que me llamo Andrés la gente se lo cree”, comenta la actriz.
Comenta qye hacia el final de su biografía, un anciano que en su estancia en la residencia intenta combatir la amargura inevitable del declive con el alivio del alcohol, “que le hace delirar, y en ese delirio se aferra a la vida”, resume la intérprete. Poza, cuya carrera ha estado muy vinculada a Animalario y a Andrés Lima, interpreta al hijo de ese personaje, al álter ego de su director. “Es un regalo que él me ha hecho a mí, y que a la vez yo le hago a él. Es un honor dar voz a cuentas que están pendientes. Una despedida siempre es algo triste, pero el padre era un tipo muy canalla, muy vivo, un artista, que se aferraba a la vida y que tenía una relación muy estrecha con Andrés.
Para Poza, Lima ha sido “muy generoso” al abordar “un tema tan íntimo”, pero la madrileña opina que “Andrés podía ser cualquiera de nosotros. La gente se siente muy reconocida con la obra. Uno va al teatro a sentirse menos solo, y el teatro, como el cine y como todas las artes, te acompaña”. Y añade, se aleja del carácter lúgubre que alguno asociaría al punto de partida. “Es una fiesta, una pieza muy interactiva, donde yo le cuento al público mi historia, en la que los actores bajamos al patio de butacas, en la que canto un tema de Kate Bush y quien quiera de los espectadores puede bailar”.
Sueño surge de ese estimulante laboratorio de investigación que responde al nombre del Teatro de la Ciudad, una iniciativa en la que se aliaron Andrés Lima y Alfredo Sanzol y que, tras analizar la tragedia griega en su primera temporada, exploró los territorios de la comedia este curso. “Levantar este proyecto fue un proceso muy gratificante”, recuerda Poza. “A Andrés le gusta hacer muchos talleres. Es un hombre con una capacidad de escucha envidiable: siempre invita a gente fascinante, y acoge sus sugerencias e ideas con mucha pasión. Le interesa todo lo que se pueda aportar al montaje. Todos los miembros del equipo artístico y técnico están ahí desde el primer día”.
Sueño después de filmar No sé decir adiós, debut en el largometraje de Lino Escalera basado en un guión del dramaturgo Pablo Remón un filme en el que la actriz realiza un papel descomunal: el de una mujer áspera y a la deriva que tiene que regresar a su tierra por la enfermedad del cabeza de familia, un también soberbio Juan Diego.
“Se dio una sincronía extraña. Cuando me vino Andrés con esta historia, le dije que no me lo podía creer, que acababa de despedir a otro padre en otro proyecto.
No sé decir adiós no es tanto una película sobre la muerte. Habla de la incomunicación familiar, y de la contradicción de tener que volver al lugar de donde huiste precisamente para encontrarte”.
Fuente: Diario de Jerez