El siglo V fue la gran época de los poetas trágicos, cuando la ciudad de Atenas vibraba de representaciones de teatro en grandes espacios abiertos que aún se conservan. Lo femenino fue representado simbólicamente por personajes llenos de fuerza que destacaban por sus cualidades. La mujer y lo femenino fueron muy importantes para esa sociedad fundadora de toda la cultura occidental.
La representación de la mujer en la sociedad ateniense se dio a través del teatro con obras de Sófocles y Eurípides, considerados los padres de la dramaturgia y autores de importantes obras de la literatura universal. A continuación analizamos dos obras que representan este universo femenino en el teatro griego:
Antígona
“Tú, Ismene, mi querida hermana, que conmigo compartes las desventuras que Edipo nos legó, ¿sabes de un solo infortunio que Zeus no nos haya enviado desde que vinimos al mundo?”.
Con esas frase, hace casi dos milenios y medio, Sófocles contó la tragedia de Antígona a los griegos en la Acrópolis de Atenas, durante el festival en honor a Dionisio, el dios del teatro.
Es una tragedia que plantea el rol de la mujer en la sociedad a través de lo cívico y lo divino. Además de otros dilemas como la libertad, los derechos del individuo frente a la obediencia de las leyes del Estado. La obra ocupa un lugar muy importante en la dramaturgia universal. Esta tragedia se escribió hace más de 2000 años en Grecia, la cuna de la democracia, y su primera representación data del año 441 a. C.
Sófocles enfrenta la moralidad y la divinidad a través de los personajes de Antígona, como símbolo y defensora de las leyes divinas, cuyos actos se mueven por el respeto a los dioses y el amor a la familia y Creonte, como hombre defensor del Estado, la política y el orden de la ciudad.
En el momento en que se escribe la obra, la democracia se está consolidando en Grecia. En ciudades como Atenas los dirigentes y gobernantes eran elegidos por hombres libres. Lo que excluía a mujeres y esclavos.
Para Ana María Velázquez, profesora de Literatura femenina de la Universidad Metropolitana de Caracas, Venezuela, Antígona es también una gran representación de la mujer “ideal”. “George Steiner consideró que ella es el tipo de mujer que cada hombre, mujer o sexodiverso, quisiera tener a su lado. Ella es “la compañera de vida”. En sí reúne todas las cualidades que se necesitan para sobrevivir en el mundo pragmático, pero sin negar un elevado idealismo que la llevó a regresar a su tierra desde el exilio, por ejemplo, cuando ella estaba bien allá, y sabía que se iba a encontrar un problema grande al regresar a Tebas”, explica.
“Sófocles, su cercanía al hecho cotidiano, su sencillez, su capacidad de ver “el error” humano como algo común, lo hizo crear con éxito la mujer más completa que existió y existe hasta hoy en día”
“Pienso que muchas mujeres nos identificamos con Antígona, con ese resguardo a la familia, con esa necesidad de proteger a los suyos aún a costa de todos los obstáculos. Una mujer con su valentía sólo podía ser creada por un poeta muy sensible o que hubiera visto”, reflexiona la profesora Velázquez.
Hipólito
En Hipólito la mujer aparece como un mal que destruye lo que toca y que actúa de manera ambigua. Ve en la muerte como solución a un amor imposible y de luchar consigo misma. Hipólito como dice José Luis de Miguel, citado por el escrito español Juan Valero, en su trabajo Hipólito de Eurípides: un referente clásico:
“Tiene un choque entre su vida natural practicada como medio de perfección, y la vida en sociedad, defendida por Fedra en la cual existe un cierto retoricismo, sin una gran convicción como las pasiones humanas”.
El personaje femenino central, Fedra, es una mujer que se enamora de su hijastro, pero éste la rechaza y por ende se suicida. Pero Hipólito no es una condena de Fedra, sino un apasionado retrato de un alma femenina que lucha contra una pasión, la que finalmente no puede resistirse.
“Hipólito es un apasionado retrato de un alma femenina que lucha contra una pasión”.
Eurípides, pensador y amante de la filosofía, lanza esta crítica en boca de Fedra: “Sabemos y comprendemos lo que está bien, pero no lo ponemos en práctica; unos, por indolencia; otros, por preferir cualquier clase de placer al bien”.
La Fedra de Eurípides, por ejemplo, es la mejor representación del antiquísimo mito de la mujer mayor enamorada de un hombre joven. Él hizo reflexionar a Fedra. La hizo ser una intelectual, la hizo distante, para causar aún más caos interno en ella ante la aparición sorpresiva del amor. Eurípides conocía muchos aspectos del amor y de lo femenino, señala Velázquez.
“Eurípides conocía muchos aspectos del amor y de lo femenino. Puso a la diosa Afrodita en el centro de la vida misma. Sin ella, parece decirnos, no existirían las relaciones entre los sexos ni se garantizaría la supervivencia de la especie humana”, afirma.
“Esta diosa también tiene un lado oscuro que hace mucho daño, sobre todo causando amores no correspondidos y pesares o despechos”.