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Elizabeth Schön: Una dramaturgia de la inconexión | “La aldea” (1966)

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“Con mi teatro trato de expresar- de una manera muy profunda y muy verdadera- cómo se me da la vida: a mí se me da como una inconexión…” Elizabeth Schön.

Por Luis Alberto Rosas.

I.
A modo de introito.

Este ensayo tratará de realizar un análisis a partir de la lectura de la obra: La aldea, escrita por la dramaturga, poetisa y ensayista Elizabeth Schön en el año 1967, el mismo, buscará centrar su estudio, en la categoría de la inconexión como identificación o característica fundamental de su dramaturgia desarrollada entre 1956 y 1970. Inconexión expresada en distintos niveles dramáticos durante el desarrollo de la pieza; en cuanto al argumento o anécdota relatada, el lenguaje dialogado y el tiempo y el espacio de la acción. Pretendiendo abarcar con estos aspectos, un acercamiento a una lectura total de la pieza que arroje luces y conecte una posible interpretación de este particular en una dramaturga capital para el desarrollo de la dramaturgia venezolana contemporánea.

II.
Aprehendiendo algunos conceptos.

Pretender iluminar la pieza de Elizabeth Schön bajo el manto del concepto de inconexión, nos obliga a realizar algunas consideraciones acerca del término, que nos permitirán no quedarnos con la simple acepción de “no conexión” o falta de comunicación, reducirlo a esto sería desestimar la categoría y no permitir un análisis más profundo.
Partamos del concepto académico:

Inconexión: “Falta de conexión de alguien o algo con otra u otras personas o cosas” (Diccionario de la Real Academia Española).

Según el concepto de la Academia Española, entenderíamos el término como el proceso de ruptura del vínculo entre las personas o las cosas, lo que hace que se afirme el concepto de individualidad, de independencia, de “lo propio”. Sin embargo el concepto podría parecer cercano a lo incomprensible, es decir a la inconexión per se y nada más, a que ésta simplemente ocurre con una desvinculación de una cosa con otra, pero si indagamos a un nivel un poco más profundo y lo relacionamos a la literatura, encontramos por ejemplo las digresiones del filósofo y poeta mexicano Marco Fonz, quien alega en su Poética de la inconexión:

La Poética de la Inconexión no parte de una secuencia razonada. Practica el error como un ejemplo de la libertad creativa y la libertad de vida y pensamiento (…) El Poeta de la Inconexión escribe versos como el cerebro crea pensamientos: El pensamiento no es lineal, brinca de un lado a otro en su desorden ordenado. (Fonz, 2011)

Entendemos entonces, que el proceso no es independiente, por lo menos en lo que a literatura se refiere, ni se presenta sencillamente con una fractura de conexión. Aunque, como afirma Fonz, no tenga que ver con una lógica razonada, genera un orden dentro de ese aparente caos. Además de sentar bases en la libertad creativa del artista.

Esta teoría de Fonz, nos ayuda a establecer eficazmente un sólido piso que nos permita recorrer la pieza teatral de Elizabeth Schön, La aldea y en general, tratar de caracterizar sus partes de forma individual para crear una estructura analítica de un todo, transitando desde lo general a lo particular. Y recurriremos a sus planteamientos teóricos como sea necesario a medida que avancemos en nuestro análisis.

III.
La Aldea: una inconexión argumental.

Desde tiempos de Aristóteles y su Ars poética, se tiene claro que una historia debe contener un principio, o introducción; un desarrollo o nudo y un desenlace o final. Estas tres partes constitutivas del discurso del relato formarían lo que podemos llamar la estructura general de “lo que se cuenta”. En este sentido, La aldea mantiene esta estructura: hay un comienzo de la acción dramática, en el I Acto que culmina en un clímax, para luego pasar a un II Acto que deja al lector-espectador en una interrogante de lo que sucederá al culminar la pieza. Esta estructura está clara y no hay duda de ello durante el desarrollo de la obra. Nos preguntaríamos entonces

¿Dónde ocurre la inconexión con respecto al argumento?

El argumento, explica las acciones de los personajes y permite entender la historia contada de principio a fin, esto quiere decir, según las ideas más clásicas acerca, que una historia debe llevar una dinámica de acciones: una detrás de la otra que conduzcan a un fin, tomando en cuenta la relación causa y efecto. Un personaje genera una acción y esta trae una consecuencia que producirá otra acción y así hasta culminar.

He aquí el punto diferencial del texto de Schön. La aldea, plantea una acción argumental “aparentemente inconexa” decimos “aparentemente” porque si se profundiza en su observación, podemos detectar que esta inconexión tiene su razón de ser: Ella, una mujer, se encuentra con un Acompañante en una habitación y van recibiendo a distintos personajes que conforman una misma familia que a medida que entran y salen van transfigurándose en edad (se vuelven cada vez más jóvenes hasta llegar a la infancia) Ante este argumento revisemos lo que afirma Fonz al respecto:

Estamos mal acostumbrados a buscar en el poema una historia o un cuento debido a la mala lectura de la poesía y mala práctica desde nuestras bases educativas. Si quieres contar un cuento pues escribes un cuento o una novela o un micro relato:

La poética de la Inconexión deja de contar historias y cuentos pero te dice algo que resulta intangible, insaciable y necesario para la conciencia y la experiencia existencial. Si existiera una anécdota en el Poema Inconexo se desarrollaría sin lógica ni orden.

Lo afirmado por Fonz, no deja lugar a dudas y si visualizamos el argumento, el cuento que nos ofrece La aldea estaremos en presencia clara de un argumento inconexo que nos hace plantearnos varias interrogantes: ¿Esta mujer está imaginando todo lo que ocurre? ¿Estos personajes que entran y salen son ella misma? ¿Se disocia o multiplica en ellos?

¿Estos personajes son su familia simbolizados a través de ella misma?

Lecturas posibles y libertades de interpretación que la poetiza venezolana deja a su lectores-espectadores, para nosotros la multiplicidad de personajes son ella misma transfigurada en sus anhelos, frustraciones, tristezas, carencias, alegrías, la protagonista se reencuentra, acude a ese reencuentro con su “Ser” junto a su amante o pareja, no de gratis se llama El Acompañante. Volviendo al argumento, y a la forma cómo Schön los plantea en su teatro, nos dice Susana Castillo:

La obra de Elizabeth Schön ha ido evolucionando (…) dicha evolución es perceptible en el abandono del argumento, el prescindir de la psicología, y sobre todo, en el tratamiento del tiempo y por ende, del espacio. De manera específica se da claramente en La aldea, y en otras obras breves (…) En ellas puede apreciarse que es ‘la intercambiabilidad del contenido de la conciencia lo que triunfa sobre la disposición cronológica de las vivencias’ (Castillo 2009).

Cuando intentamos asir la historia ésta se nos escapa en los meandros de la mente de la protagonista, impidiéndonos determinar a ciencia cierta cuál es la historia que quiere contarnos. Muchas veces su interpretación ha sido etiquetada simplemente con el remoquete de “absurdista” sin embargo como veremos más adelante dista mucho de arropar esta corriente teatral, en síntesis el argumento de La aldea, representa entonces las bases que según Fonz debería tener un poema inconexo, en ese sentido, es un argumento inconexo, ya que la lógica del relato no se estructura de manera tradicional. No hay orden. No busca la linealidad de una historia contada que permita que una acción genere una consecuencia, creemos en el siguiente texto confirmamos la tendencia de Schön de no querer ofrecernos un discurso hilado desde la linealidad de la anécdota:

Acompañante:
-Si para usted la tierra no es ningún pedrusco situado firmemente en los espacios, esto indica que no vive sometida a la sucesión exacta de años, meses, días y por consiguiente se siente perfectamente libre para actuar y brindar la entrega más total y amorosa. (Schön.1967:16)

Ella, como lo afirma el Acompañante, no estará atada a ninguna regla ni forma de control, no hay parámetros, por lo tanto la historia que la protagonista nos quiere contar, no puede guardar en sí misma una línea argumental habitual, ya que nace de su más íntimo Ser.
Y nuestra escritora, nos habla a través de ella, a Schön no le interesa contar una historia tradicional, necesita dejar que su voz hable de manera libre y sin restricciones, que sus múltiples voces expresen lo que la existencia y las sensaciones le permitan.

IV.
La ruptura en la conexión del diálogo.

El lenguaje en el juego dramático se expresa a través del diálogo, es por medio de éste, que conocemos a los personajes, sus deseos, vidas e historias, así como sus características reveladas a través de lo que dicen ellos de sí mismo y lo que los demás personajes que se relacionan con ellos, expresan. Es evidente que si a través del diálogo es que conocemos la acción dramática y en consecuencia el argumento, y hemos dicho que La Aldea, nos ofrece un argumento inconexo, no es difícil admitir que sus diálogos resulten de igual forma:

Mujer:
– Espere. No se marche ¿No oyó como la campana repicó?

Acompañante:
(A la Vieja) – Que es como decir: deja que el sueño se despliegue.

Mujer:
(A la Vieja) – Y permita que el anhelo crezca dentro de ti con la misma fuerza y la misma realidad que tiene un árbol, una montaña, el mar. (Schön.1967:23)

La conexión o coherencia del diálogo se rompe, esta conversación simplemente debería resolverse con una diatriba entre permitir o no que el personajes se vaya, ella exponga las razones por las que no puede quedarse y se desate el conflicto que permita tanto a La Mujer como al Acompañante convencer a La Vieja que permanezca en la habitación, sin embargo lo que argumentan no nos es nada familiar, surge así la inconexión de los diálogos.

O más adelante en esta misma escena cuando la Mujer explica a La Vieja de dónde viene la amistad que las une:

Mujer:
– Confiaba en nuestra profunda comunicación.

Vieja:
– ¿Cuál?

Mujer:
– Esa que hace siglos estalló, cuando un día siendo yo una estrella de mar, encallé sobre su blanco mástil.

Vieja:
– ¿Sobre mi blanco mástil? (Reflexiona) (Schön.1967:26)

En tanto estamos en presencia de un texto profundamente existencialista, simbólico y poético, en donde los personajes están en búsqueda de sí mismos, no podemos contar con un diálogo y menos con un lenguaje que pertenezca a la realidad. Esta realidad es la que cada uno de ellos crea en su mente procurándose ver las cosas como las sienten, como argumenta Monasterios (1974):

…el teatro de Elizabeth Schön se basa en un ‘notable juego: mientras que la situación dramática se mantiene en el ámbito de la lógica, la dislocación de la realidad se logra a través del diálogo y de las formas de conducta – sin modelos en la realidad normal- de los personajes’ (p.115)

A lo que Monasterios llama “dislocación”, es a lo que nosotros denominamos “inconexión” y resulta absolutamente pertinente ya que nos permite comprender aún más el sentido de esta aparente “sin razón” o locura que muestran los personajes, sin embargo esa “demencia es la que nos facilita hilar hacia un final la trama de los mismos y el desenvolvimiento de sus acciones.

V.
Tiempo y espacio inconexos.

Dice Fonz: Los poemas escritos bajo esta propuesta estética son escritos por varios seres en uno, asimilados, aceptados como personalidades múltiples, necesarias para acompañar estos tiempos en los que la creación se acerca más a un suspiro: la atención del artista a la obra se mantiene hasta que interviene el mínimo distractor. La Poética de la Inconexión prefiere dar un paso a la experiencia espacial en las múltiples realidades que medir todo por tiempo y vivir en el tiempo.

Entendiendo al filósofo mejicano, podríamos decir, que entonces la inconexión permite que exista la presencia de multiplicidad de realidades conviviendo en el mismo espacio. Y que éstas rechazan toda medición de tiempo real posible, simplemente están “sintiendo” y dejándose llevar por esas sensaciones.

Igualmente lo hacen nuestros personajes, La mujer, se desdobla, según nuestra interpretación acerca de que los personajes femeninos son ella multiplicada, multifocal y en distintas etapas de su existencia, vive entonces en el aquí y en el ahora, no existe futuro, sólo licencias hacia el pasado para tratar de explicar los por qué de este presente. Pero el tiempo importante es este último.

El tiempo es un constante resorte que salta en todos los personajes de La Aldea de atrás hacia adelante y vice-versa, no hay indicios de un transcurrir cronológico en la obra. Sólo para cada personaje en su interior y exterior. No sabemos en cuánto tiempo ocurre la acción dramática, porque ni ellos mismos tienen consciencia de su tiempo interno, así lo explica la investigadora y docente Penélope Hernández (2008):

Es lo discontinuo del tiempo, esa fragmentación en su obra, la estrategia dramaturgística que permite trastocar lo habitual para descubrir lo desconocido (…) La discontinuidad espacio-temporal es un recurso utilizado por Schön en su dramaturgia para decir que es posible que se confundan las realidades, que se pueden invertir como sucede en el universo de lo lúdico. (Hernández. 2008:109)

La Aldea, que sería el único espacio referencial a donde han pertenecido estos personajes, es sólo una evocación y el espacio real de representación que se funde con el de la ficción es simplemente “un salón con una puerta a la izquierda y otra a la derecha, con algunas sillas en el centro del recibo más un baúl blanco colocado hacia la derecha” (Schön, 1967: 13). No hay determinación de época, estilo, arquitectura, paredes, es un salón que pensado como se describe pareciera flotar en el tiempo y en el espacio, es un salón que puede pertenecer a cualquier espacio o tiempo. Y es que Schön, no necesita anclarse a un lugar, y mucho menos a un tiempo, en tanto la metáfora de la palabra los van construyendo y de-construyendo a medida que avanza la acción: Una escena en donde corroboramos lo anterior se manifiesta en el I Acto, cuando la mujer le pide a la vieja que cierre los ojos e imagine el salón donde están en la inmensidad del universo, es toda una escena en donde la dramaturga nos está recordando que según el punto de vista desde donde nos coloquemos, el tiempo y el espacio serán lo que nosotros deseemos.

La dramaturga, se apoya asimismo, para causar la inconexión de tiempo y espacio, en los objetos y el vestuario, los mismos son indefinibles, son diversos, múltiples y muchos de ellos entran en contradicción con la acción, ocurre aquí de nuevo la inconexión: Costureros, frutas, cestas, sillas, etc. Van entrando y saliendo procurando acciones que resultan inconexas con los objetos.

En La Aldea, el espacio y el tiempo se relacionan con la existencia de cada personaje, es una concepción muy cercana a lo “sartriano”, y evoca la célebre pieza A puerta cerrada del dramaturgo y filósofo francés. Los personajes existen dentro de este mundo si son observados, la mirada del otro es la que provoca la existencia:

Mujer:
– En estos instantes sólo pertenecemos a las pupilas que nos miran ( A La Vieja) ¿No es cierto? (Schön. 1967:37)

Una propuesta filosófica existencial es la que nos plantea Schön, un mundo de sensaciones que se materializan en el escenario a través de la evocación, la metáfora y el diálogo.

VI.
Epílogo Inconexo.
Elizabeth Schön es una de nuestras intelectuales fundamentales, su obra poética, ensayística y dramatúrgica desarrolló propuestas existencialistas que le permitieron a la escritora mostrar sus múltiples visiones del mundo, su mundo de pensamientos, su mundo de sensaciones, que se manifestaron y fluyeron de manera constante sin ataduras desde su infancia. Su capacidad metafísica y extrasensorial, le procuraron la posibilidad de encontrarse con universos quizás ajenos a la realidad cotidiana, ella veía más allá de esta realidad y produjo una literatura que en consecuencia fue más allá, una meta literatura. Es por ello que su teatro se convierte en un meta-teatro y es allí donde debemos colocar el ojo visor.

El teatro de Elizabeth Schön no es concreto ni tangible, se suspende en el tiempo y el espacio, es discursivamente múltiple, es un teatro eminentemente existencial y cómo esa existencia se siente en diversas realidades, debe manifestarse en diversos planos. Estas características nos permiten entonces poder concluir que, así como en su vida, su dramaturgia responde a la inconexión, es un drama inconexo, no por ello indescifrable, todo lo contrario. Esos velos que cuelga para no mostrarnos tan fácilmente la realidad de las cosas, es lo que hace más interesante esta concepción de una dramaturgia inconexa, que en La Aldea consigue un asidero perfecto para dar rienda suelta a su argumento, lenguaje, espacios y tiempo en perfecta armonía inconexa.

Por Luis Alberto Rosas.

Fotografía: Archivo. 

Fuente consultada para este trabajo:
  • Bibliografía
    Barrios, A; Mannarino, C e Izaguirre, E. (1997) Dramaturgia Venezolana del Siglo XX. Centro Venezolano del ITI- Unesco.
  • Castillo, S (2009) Luto en la escena venezolana [Documento en línea] recuperado el 15/10/2011. En: http://susanadcastillo.blogspot.com/2009/07/luto-en-la-escena-venezolana.html
  • Hernández, P (2008) Huellas post modernas en el teatro de Elizabeth Schön En: Theatron. Revista de Unearte. Universidad Nacional Experimental de las Artes. Caracas- Venezuela.
    Monasterios, R (1974) Un enfoque crítico del teatro venezolano. Monte Ávila Editores. Caracas-Venezuela.
    Schön, E. (1967) La Aldea. Universidad del Zulia. Publicaciones de la Facultad de Humanidades.
Web:
  • Diccionario de la Real Academia Española.
  • Fonz, M (2011) Poética de la inconexión. En: La torre de las paradojas [Documento en línea] Recuperado el 16/10/2011. En: http://latorredelasparadojas.blogspot.com/2011/08/marco-fonz-poetica-de-la-inconexion.html

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