La literatura como medio para entender el mundo y el amor por la escritura vertebran El Sonido Oculto, obra que llega a Madrid adaptada por Juan Carlos Rubio de la exitosa dramaturgia original de Adam Rapp.
Estamos en Salamanca, es invierno y en lo que parece reconocerse como una clase, aparece Julia, profesora de literatura en la universidad. Iluminada por un foco, ella misma se presenta con un monólogo maravillosamente liderado por Toni Acosta.
Julia tiene cincuenta años, Julia no hace mucho más que dar clases y a Julia le han detectado un cáncer. La noticia llega sin dramatismos al espectador, pero varias pinceladas del pasado familiar evidencian el peso de lo que esto tiene para ella. No teme la muerte, teme el sufrimiento: la vida cuando ya no es vida y sólo es decrepitud.
Ella continúa en el lugar que más viva le hace sentir, la universidad. Inteligentemente elegido dentro de la escenografía, lúgubre, desgastada y grisácea, lo único que destaca por encima del resto es el tono de las sillas estudiantiles, de color roble. Y en una de esas sillas se encuentra con Hugo Barros, un enigmático estudiante, anárquico en sus formas, que muestra un profundo interés tanto en las clases como en Julia.
El amor compartido por Dovstoyevski y la escritura sirven de cimientos para una relación intelectual que cada vez tornará más íntima. Julia encuentra en Hugo la compañía y confianza que hace años añora. Hugo encuentra en Julia alguien que entiende tan desde dentro las historias como él, alguien con quien realmente puede hablar. Las conversaciones se extienden y crecen. Junto a ellas, la barrera que separa sus mundos se quiebra. Esa fractura hace que se filtre de nuevo la vida para Julia. También la muerte.
El texto, que en apariencia parece tener un carácter más neutral que emocional, va enredando al espectador en los pensamientos y vivencias de ambos personajes. Además, Julia se dibuja como una narradora plural navegando entre el monólogo, los diálogos y descripciones de lo que vemos -y no- en acción. Estos mecanismos nos zambullen de lleno en el universo representados sobre las tablas, dibujándonos y haciéndonos entender el particular universo que se genera entre ambos.
El Sonido Oculto es encontrarse en el momento crucial; es una conversación que te mantiene horas despierta; es una fantasía que te alimenta; una esperanza; pero sobretodo es una lección tan universal como individual y compleja: compartir es el camino para encontrarse, aunque eso suponga hacer desaparecer otras partes de ti.
En el Teatro Pavón hasta el 14 de mayo.
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