Dante es Caracas.
Un ensayo sobre La divina comedia de Dante Alighieri.
Leer el poema La divina comedia de Dante Alighieri es un acto de absoluta introspección. Cuando nos sumergimos en aquellos hermosos y sagrados versos, automáticamente nos convertimos en Dante, el hombre que atraviesa toda una compleja odisea tanto externa como interna para conseguir el amor y la trascendencia. Dante es Caracas.
Para el caraqueño, el viaje exterior parece ser hóstil y mugriento cuando se trata de personas que sufrimos la decadencia de un país, y por tanto el viaje interior suele ser oscuro. A veces uno siente que no hay chance para poder escapar de la hecatombe y sin embargo también es cuestión de percepción, porque nuestra tarea es buscar el camino que nos corresponde.
Quizás es la misma travesía que todos estamos recorriendo aquí y ahora. Pero para llegar al amor hay que atravesar bosques oscuros junto a almas envueltas en lamento: “(…) en este lúgubre bosque estará cada uno de nuestros cuerpos colgados del mismo árbol donde sufre tal tormento su alma” (Infierno, XIII-8). En el Infierno de Dante, los hombres no salen de él. El que pecó en la Tierra, sufre en las tinieblas. Pero para nosotros, es vital que descubramos de que estamos conformados y percatarnos de cada cosa que hacemos.
Estamos hechos de luz y oscuridad, la armonía de la imperfección, es un viaje humano y literario tan antiguo como las estrellas: Aquiles llevado por su menis, Atanasius Pernath atrapado en su tormento, Víctor Frankenstein obsesionado por crear y Fausto envuelto en su insatisfacción. Ellos nos enseñan el camino hacia la ruina, sin embargo, Dante nos guía en el camino hacia el resplandor. Un camino singular, propio y que nos pertenece a todos.
Libre albedrío, es nuestra herramienta, la definición del hombre frente a sus actos. Dante indaga en ello, de nosotros depende si queremos alcanzar la luminosidad, o la oscuridad, y la manera en que enfrentamos nuestra hambre frente a nuestros pecados y sus contrarios, ser lujuriosos o recatados, soberbios o humildes, avaros o generosos, manifestando las consecuencias de nuestras acciones.
Cuando, por efecto del placer o del dolor de que se siente afectada alguna de nuestras facultades, el alma entera se concentra en esa facultad, parece que no atiende a ninguna otra; y esto demuestra el error de los que creen que en nosotros arde un alma sobre otra alma. Por eso mismo, cuando se oye o ve alguna cosa que absorbe fuertemente al alma en su contemplación, el tiempo se desliza sin que el hombre se aperciba de ello; porque una es la facultad que escucha y otra la que cautiva por completo el alma, ésta se halla como atada, aquélla es libre (Purgatorio, IV-1).
Dante es Caracas. Lo podemos observar al salir a la calle, al entrar al metro, a ese pequeño infierno que nosotros mismos creamos. Entre el mar de gente, hay un grupo de personas que prefieren acudir a la violencia para “beneficiarse” ellos mismos, empujando al otro, golpearlo, jalarle los cabellos si es necesario, mientras que otro grupo contempla, algunos lanzando comentarios vulgares como “¡Quítate, vale!” o “¡¿Y este metro malparido no piensa arrancar o qué?!”, y estamos los otros que permanecemos en nuestro silencio ruidoso, y todo este espectáculo en medio de un tren que muchas veces se mueve con lentitud o a veces queda inerte mientras uno se sancocha como papa. Cegados por el deseo de llegar sanos (o al menos llegar) a nuestras casas, a nuestros paraísos.
Y al salir a la calle, un nuevo círculo, nuestro purgatorio, en el que nos limpiamos de los desastres vividos en los sótanos sombríos, procesando lo que pasó. El caminar se transforma en una recuperación efímera, pues a pesar de la pasada lucha subterránea, uno aún se siente agobiado, estresado y agotado. Y llegan los flashbacks de lo ocurrido, y nos perturbamos. Pero seguimos atentos observando el ajetreo: algunas personas coléricas, antipáticas, deshonestas. Y se distingue el comportamiento humano cuando desea conseguir lo que quiere sin pensar en el otro: aquel que empuja (nuevamente), aquel que tiene cambio del billete y no lo quiere dar, aquel que roba.
En La comedia, Dante puede contemplar en el Purgatorio cómo aquel que es glotón, es sometido al hambre y la sed. Aquel que es lujurioso está envuelto en las llamas. Aquel que es avaro se convierte en alguien generoso. En la calle habita el reflejo de nosotros mismos al descuidar nuestros valores, es la oportunidad de decidir cómo debemos actuar, de perdonar y perdonarse, y de crecer.
Pese a tener libre albedrío, la mayoría carece de la consciencia del presente, quizás han sido enceguecidos o moldeados, o atrapados en el nuevo mundo que se ha creado para todos: el sistema antisistémico, en que el metro diseñado para ir rápido, simplemente va lento. El mundo elaborado en la comedia de Dante nos hace ver que la vida está fabricada de caminos que tienen dificultades, donde la idea no es destruirlas, es contemplarlas para poder seguir avanzando. Hasta que sea restaurado. Y no nos queda otra cosa que la espera. Yo al menos, en ese hiato de presente obligado, elijo abrazar la resiliencia.
Dante compuso con armonía e imaginación y construyó palabras para reflexionar sobre lo que hacemos y cómo podemos vencer las adversidades, ser cada día más humildes, más generosos, más recatados. Y con amor, que es libre del interés, orgullo y prejuicio, salvarnos para llegar sanos a casa, llegar sanos a nuestro Paraíso, a nuestra idea de divinidad.
Dante es Caracas. Por Valentina Gallango (Estudiante de Artes, Universidad Central de Venezuela.)
Este ensayo Dante es Caracas fue escrito en el marco de la cátedra “Introducción a la Literatura”, dictada por el profesor Daniel Dannery, en la Escuela de Artes de la Universidad Central de Venezuela, sobre el estudio de “La Comedia” de Dante Alighieri.
Te recomendamos:
[ESPECIAL DANTE] ¿El fuego realmente representa lo peor del infierno?