“Entrelazar cinco dedos con cinco dedos. Apoyar un par de labios en otro par de labios. Hablar acurrucados tras el muro de la ciudad. Son actos del amor tan amorosos como hacer el amor”.
Estas son líneas de la novela Un beso de Dick, de Fernando Molano, que llevó a escena el grupo teatral Caja Negra, en 2003, con la dirección de Fernando Velásquez.
Esta pieza de teatro erótico cuenta una historia de amor entre dos hombres. Es una de las puestas en escena más recordadas del género en la ciudad. Caja Negra, que ya no existe, llevó a las tablas el montaje Equus, también en este género. Original de Peter Shaffer. En ella, un psiquiatra trata a un adolescente que padece una fascinación sexual por los caballos.
Sin embargo, los géneros del erotismo, el suspenso, el terror y el adelantamiento o la ciencia ficción poco se observan en escenarios teatrales en nuestro medio. Aunque han existido, por supuesto.
El Trueque estrenó a finales del 2016 una obra de suspenso: En busca del rubí de la condesa, basado en el cuento de Sir Arthur Conan Doyle, El carbunclo azul, en el que su personaje Sherlock Holmes resuelve el caso de la pérdida de una piedra preciosa. Al terror también le han apostado, con El corazón delator, de Edgar Allan Poe.
Este es un terror psicológico, explica Diego Sánchez, actor del Teatro Matacandelas. En el que ha incursionado su grupo es en el terror metafísico, con obras como Los ciegos, de Maurice Maeterlinck, O marinheiro, de Fernando Pessoa o La caída de la casa Usher, de Edgar Allan Poe, “porque, en este caso, el de Poe, plantea un terror ambiguo, metafísico, pero también un poco físico”.
La diferencia: en el metafísico es un terror interior, por asuntos que atañen al ser, como la finitud de su existencia o asuntos así. Y el espectador se estremece en su interior. El físico, que incluye muertos, calaveras, presagios y que eriza la piel, es el más ausente en las tablas.
“Porque —interviene Jaiver Jurado, director de la Oficina Central de los Sueños—, el cine ha sido su cultor, lo mismo que del suspenso. Los ha hecho fuertes y ha ganado un público amplio. Tiene aparatos, recursos técnicos que ayudan a provocar sensaciones”.
El erotismo no se ha explorado con hondura. Una explicación para esto, en la que coinciden los tres, es que la nuestra es una sociedad pacata, solapada y moralista.
“Incluso hoy —añade Jaiver— el moralismo es un elemento inhibitorio, social y artísticamente, que impide desarrollar el arte erótico. Y consigue que los artistas se autocensuren”.
Divina Obscenidad es un grupo de teatro erótico, dirigido por Antonio Úsuga, quien lo promueve como el primero de este género en la ciudad.
Y la ciencia ficción… el cine es el que lo ha explorado y aprovechado a los grandes narradores.
“El teatro es joven entre nosotros. No tiene más de cien años. Falta desarrollo, apoyo y producción”, justifica el director de la Oficina Central de los Sueños.