No tienen una sala para montarse a las tablas y, no obstante, hacen teatro para subirse a ellas. A veces pareciera que el teatro solo lo hicieran los dueños de un lugar, y no: existen los grupos sin sala.
Álvaro Narváez, director de Deambulantes y representante de este sector en el Consejo Municipal de Cultura de Colombia, señala que estas agrupaciones son de tiempo atrás en Medellín. “En un inicio casi todos los grupos que hoy tienen sala nacieron sin tener una”.
No tener ese lugar tiene ventajas y desventajas. Depende de dónde se mire.
Álvaro dice que aunque algunas personas creen que no lo tienen porque no hay dinero para sostenerlo, no es así, en la mayoría de los casos. Su interés va más allá: concentrarse en la producción y establecer una relación más fuerte con la creación que con la proyección, con la posibilidad de pensar montajes para múltiples espacios, cerrados o callejeros, en distintos formatos.
No tener una sala es una decisión, precisa el director de Deambulantes, que pasa por no sumar a su trabajo los compromisos que tiene un espacio, como el arriendo, el sostenimiento y el ofrecer una programación cultural.
Beatriz Duque, directora de El Grupo, indica que para ellos, que son un teatro con características específicas, en tanto sus actores son jóvenes con discapacidad cognitiva o síndrome de down, es una ventaja.
“No tenemos la necesidad de mantener viva una sala ni económicamente ni en programación. Además están a nuestra disposición las de la ciudad. Ello nos permite facilidad en el movimiento y la posibilidad de compartir con otros públicos”.
Porque al no tener sala propia estas agrupaciones buscan escenarios de otros para presentarse allí. Esto es interesante porque se suman a la programación que las salas necesitan para mostrar propuestas más allá de las que cocinan adentro.
También es de colaboración. Beatriz comenta que para ellos ha sido fácil presentarse y montar sus temporadas. Por supuesto, hay unos sitios con más disponibilidad que otros, pero en general hay maneras de acomodar la agenda.
Parece que hay esa conciencia, en muchos, de compartir. José Félix Londoño, director de El Trueque, que estuvo sin sala siete años, expresa que la cosa se revierte cuando tienes tu espacio: si ellos antes hacían programación para otros, ahora abren sus tablas para los demás. “Eso ayuda a la programación. Hay gente que se identifica con la estética de un teatro, pero la idea es que el público se rote. No ser egoístas”.
El acuerdo de préstamo varía según las partes. Puede ser por mitades, 60/40 o 70/30. El mayor porcentaje va para el grupo que se presenta.
Entre tener y no tener
Hay diferentes modalidades. Una es como compañías, con actores que solo se unen para un proyecto. Hay otros que son un grupo conformado, que tienen a veces una casa para encontrarse, ensayar y guardar.
¿Desventajas? Las hay, claro. La percepción, porque no hay un estudio, es que los espectadores sí son de sitios, y como ellos van trabajando y presentándose en distintos, es difícil crear sus propios espectadores, por tanto pierden en la convocatoria, si bien las redes sociales son sus aliadas.
Álvaro habla de invisibilización. “Muchas veces la ciudad no nos referencia porque no se cree que haya otros grupos distintos a las salas y eso nos hace poco mediáticos. En este sector hay agrupaciones que han ganado becas con puntajes muy altos, que han hecho un trabajo importante en el tejido cultural y han combinado la danza, la música, el teatro”.
Otro tema es el de depender de los otros para programar su temporada.
Por supuesto, es de gustos, descubrimientos y cambio de intereses. José Félix y El Trueque tuvieron sala por casualidad. Estaban buscando un espacio para ensayar, pero apareció la casa para proyectar y “para mí ha sido maravilloso, una ventaja de creación. Antes ensayábamos en un parqueadero y nos tocaba parar porque entraba o salía un carro. En una sala tenés todo”.
De todas maneras, es un complemento, un equilibrio necesario. Si ya hay unos 30 teatros, y los cálculos de Álvaro es que hay 28 grupos sin sala (pueden ser más, pero dice que es la lista que han podido establecer), si estos últimos decidieran invertir en un escenario, habría que preguntarse si Medellín pudiese con tantos teatros.
Se trata, sobre todo, y más allá del porqué, de una cosa: saber que los grupos sin sala existen, ensayan, trabajan y se montan al escenario.
Fuente: El Colombiano