Dos tipos aparecen en escena en un cuadro de altar. Salen de un foso cavado en la tierra, en medio de un cementerio, con una imagen propia de la corte malandra. Pantalón y camisa, pero de llamativos colores, doble gorra y lentes oscuros. Del cuello les guindan numerosas cadenas y piltrafas, y más lentes oscuros. Una pistola mal acomodada les hace peso en los pantalones.
El hueco que cavan es para preparar la tumba del “más grande de los grandes de todos los tiempos de la humanidad”. Pronto, otro malandro se les suma y van saliendo a la luz las verdaderas pretensiones de estos personajes, quienes asumen recibir como legado de un líder imaginario y mesiánico el derecho de aprovecharse de todos. Los tres socios inician una conversación en la que debaten el lugar del entierro (el cementerio sagrado o el estacionamiento de un centro comercial), y las distintas maneras de hacer negocio para sacar provecho de la situación, ya sea alquilando las sillas para que los visitantes se sienten o vendiendo café.
Así, Karin Valecillos presenta una dramaturgia en la que la cultura de adoración y la necesidad de idolatría popular se entremezcla con la pericia o viveza propia con la que el venezolano está acostumbrado a describirse. Para ello, la escritora presenta personajes inspirados en aquellos de William Shakespeare, y en delincuentes de la peor ralea del imaginario caraqueño, y nutre el texto con una prosa tragicómica y filosófica, que contiene claros referentes a la historia política venezolana reciente. Además de tomar la esencia de grandes dramaturgos.
Desde un principio, el espectador entiende que los huesos que quieren ubicar allí no son realmente de esta figura mesiánica de la que hablan, o que este realmente está muerto desde hace tiempo atrás. Posiblemente los han engañado a ellos también en un juego macabro y conspirador, que se parece mucho a la controversia que se generó en 2013 en torno a la muerte del ex mandatario Hugo Chávez, del que se cree murió en diciembre de 2012, cuando su fecha de defunción oficial es la del 5 de marzo del año siguiente. El 8 de ese mes lo velaban en un acto apoteósico en la capilla ardiente de la Academia Militar de Venezuela, donde aún quedaba la duda de quién estaba dentro del féretro.
Los personajes se introducen en una espera eterna -que lleguen los huesos- llena de contradicciones e incertidumbres que asemejan a la espera de Vladimir y Estragon de Esperando a Godot, de Samuel Beckett. Solo que en Los huesos de Shakespeare sucede en lo que podría ser el Cementerio General del Sur, lo que da pie para rozar asuntos como el ultraje de las tumbas, el desdén de la memoria y la violencia que hoy en día han tomado este lugar en el que algunos están para descansar en paz.
Valecillos acierta en discernir sobre la realidad mediante un teatro del absurdo, y coincide con el autor irlandés en temas como la carencia de significado de la vida y de las acciones de los hombres.
Un maridaje de estilos que presenta una propuesta de humor negro distinta a lo que se ha visto hasta ahora de la autora de Jazmines en el Lídice. El espectador tendrá la oportunidad de plantearse su propia consecución de los hechos, pues la pieza no se aferra a lo intenso y reflexivo que emerge al inicio.
Los personajes se desarrollan y, al mismo tiempo, se disuelven en comparaciones y farsas. Aquellos que logran mantener vivo el espíritu de la pieza son los tres malandros principales, protagonizados por Ángel Pájaro, Jesús Carreño y Anton Figuera. Los demás no parecen tener un objetivo o motor en escena constante, aunque sus interpretaciones le dan fuerza a la comedia. Al espectador aun le hace falta develar con claridad la razón de las relaciones humanas entre el resto de los personajes, que hasta el final de la obra verbalizan un texto que no parece unirlos.
“Morir, dormir, tal vez soñar” es el coro que acompaña a estos ladrones de tumbas que se apoyan en el soliloquio de Hamlet para hablar de la corrupción y la desvalorización de la vida y la muerte, en una puesta en escena clásica de Orlando Arocha. Quiebres rebeldes del hilo aparente de la escena, con bailes y cantos, y una caracterización cómica y grotesca, propia de la farsa.
Acompañan a los protagonistas Nella Martínez, Gladys Seco, Gonzalo Guerrero y Ari Savio.
Los huesos de Shakespeare cuenta con el apoyo del British Council, instituto que el año pasado celebró los 400 años de la muerte del dramaturgo inglés mediante el programa Shakespeare Lives.
Se estará presentando hasta el 26 de febrero de 2017 en La Caja de Fósforos, viernes y sábados a las 7:30 pm, domingos a las 6:00 pm. Las entradas tienen un valor de apenas 1.000 Bs y se pueden adquirir directo en la taquilla del teatro, en efectivo.