Rumbo al medio siglo de trayectoria artística, el actor venezolano Javier Vidal Pradas se mantiene firme y erigido cual catedral de la actuación en Venezuela, que reune todo lo que aquel que tiene fe en el teatro, puede buscar: Experiencia en dramaturgia, histrionismo, dirección, gestión cultural y formación artística.
Razón suficiente para que quisiera, a sus 44 años de carrera, y en la misma semana del Día Nacional del Teatro, cerrar ciclo de obras de su puño y letra, que él llama la “Trilogía del Poder y Los Gochos”.
La primera fue en 2011, cuando estrenó Diógenes y las camisas voladoras, sobre Diógenes Escalante y su enfrentamiento con Eleazar López Contreras. En 2013, escribió Compadres, que aborda el enfrentamiento entre Castro y Gómez. Y este año cierra con una pieza sobre Marcos Pérez Jiménez.
“A Camilo José Cela, Premio Nobel de Literatura, Pérez Jiménez le pidió que escribiera una novela que describiera el espíritu de su proyecto político llamado Nuevo Ideal Nacional (NIN) y así enterrara la novela adeca de Doña Bárbara y todo lo que significara Gallegos y Betancourt. Así nace una historia fabulada llamada La Catira del General”, explicó el actor sobre la obra que estrenará el viernes 30 de junio en el Teatro Trasnocho de Caracas.
“Esta es la obra número 25 que escribo”, respondió de inmediato, pero al pregutársele en cuántas telenovelas ha actuado, hizo una pausa larga para intentar contar: “Yo creo que entre 50 y 60”. Y no me preguntes por las obras de teatro en las que he actuado porque pasa el centenar. En cine si he actuado menos, como en 15 películas”.
—Con tantos años de trayectoria puede evaluar si en el teatro venezolano actual hay evolución o involución.
—No considero que hay evolución, ni involución. Es diferente. El teatro nunca ha dejado de ser el espejo de la sociedad. Estamos viviendo una situación bastante depauperada y claro el teatro no tiene la misma espectacularidad de los 60, 70 , 80 y 90, cuando podíamos montar clásicos.
—Sí, pero eso no debe ir en desmedro del contenido…
—Sí, pero ha pasado que el abanico de estilos es más amplio que hace 25 años y, una de las causas, es la migración de actores de televisión al teatro, tras el cierre de Rctv.
—También hay una merma general en producciones televisivas nacionales…
—¡Claro! Es que ante eso, reaccionó fue el público. Antes el público no iba a ver teatro cómico, a parte que muy poco se hacía, porque tenía Radio Rochela en su casa los lunes. Tampoco salían tanto a ver una obra de teatro, porque tenían a Caridad Canelón y a Hilda Abrahams y así a todas sus estrellas en la pantalla chica. Ahora ellos se fueron al teatro, entonces la gente paga por ver a sus actores favoritos en las tablas.
—¿Salió fortalecida la comedia?
—Sin duda. Antes no se había desarrollado. La situación lo exige. Pero hay posibilidades de realizar un teatro más comprometido desde el punto de vista político y cultural. Aunque no sea el que más abunda.
—Gracias a la necesidad de comedia hay personas que nunca estudiaron teatro en los escenarios. Un ejemplo es Vanessa Senior que interpretará una pieza suya: Tenemos que hablar.
—Si, y estará en Maracaibo el 5 de agosto en el Teatro Baralt. Yo pensé en ella como un reto, precisamente porque somos muy distintos. A ella me la recomendó Gaby Castellanos, experta en marketing digital a quien respeto muchísimo. Y creo que hay que apostar a hacer cosas distintas. No hay buenos ni malos actores, simplemente se es o no se es actor y punto. Y no sé si Vanessa va a resultar ser actriz o no. Pero es innegable que es una esponja, que está ávida de aprender y que cuando pisa un escenario domina al público.
—A venezolanos Desesperados también le ha ido muy bien, ¿a qué atribuye su éxito?
—Le ha ido muy bien porque ha conectado con el público a través del tema de la migración, que es una realidad muy vigente. Y por otro lado, el elenco es muy apetecible por estar integrado por estrellas.
—Cuando habla de humor, ¿se refiere a una proliferación de obras ligeras que critican por ser muy comerciales?
—En ese aspecto tengo un punto de vista muy diferente. Yo no lo llamaría comercial —defendió—. Por ejemplo, si tu tienes un restaurante, puedes vender pizza, o hamburguesas, o alta gastronomía. Pero en cualquier caso, hay que pagar y los actores deben subsistir. Por todo esto es que no me gusta hablar de teatro comercial, es muy distinto que sea privado e independiente. Ahora, si hay un subsidio por parte del Estado, como en algún momento lo hubo, allí si se puede hacer un teatro gratuito. Pero actualmente eso no existe.
—¿Siente que el teatro es el área menos atendida del sector cultura, por el Estado?
—Sí porque en la música no hay ideologías… al igual que otras disciplinas del arte. El teatro hace más ruido político.
—Dado que usted preside la Fundación Chocrón, ¿Cómo va la digitalización de la obra de este maestro?
—Toda la obra dramática está digitalizada. Nuestra pretensión era publicarlo con la Facultad de Humanidades de la Universidad central, pero como están en crisis más de tres años. Estamos en la búsqueda del patrocinio de una entidad bancaria para lograr editar la obra dramática completa que sería compendiada en tres tomos. No quisiera dejar la presidencia sin lograr eso. Y estamos hablando con el grupo Skena para que monten Animales Feroces. Nuestra intención es que mínimo una vez al año se monte una obra de él. Y tenemos la cátedra abierta de dramaturgia Isaac chocrón que este año será El Actor como Dramaturgo que se hará entre septiembre y octubre. Y el premio que también será para esos meses.
—¿Cómo se logra sobrevivir del teatro?
—Persistiendo. Sobrevivir en cualquier carrera es muy difícil actualmente. Pero hacer teatro siempre será necesario, porque nos humaniza, nos civiliza. Por eso, hay que seguir trabajando, formando, estudiando y los teatros deben permanecer abiertos. Un teatro cerrado es un triunfo de la barbarie.