Hace unos días hemos estado en La función que sale mal. Hemos tenido el tiempo de reunirnos, de encontrarnos con otros de nuestra especie. En casi dos horas de función y rodeadas de unas cien personas, con espacio de un asiento (de seguridad) de por medio, hemos tenido tiempo de reírnos. A la salida, una Madrid sola, cerrada, se despedía con la mano para indicarnos el camino a casa.
Son tiempos difíciles, complejos, pero tiempos al fin en el que los vivos aún estamos. Y, por ende, tiempos para la vida y el teatro. La función que sale mal ha sido un alivio en medio de la incertidumbre y del teatro streaming galopante. Hemos percibido la comedia como un acto heroico que nos distrae y hace olvidar las malas noticias, aún en contra de la estupidez humana de necesitar soltar una risa en medio de una pandemia que se ha cobrado millones de vida. ¿Por qué? Porque el teatro es un reflejo de nuestra alma mucho más que de nuestra existencia.
Pese a ser una comedia de enredos clásica, con unos efectos insólitos y mágicos en la escena, esta pieza original de Henry Lewis, Jonathan Sayer and Henry Shields (Broadway) nos sorprende por una sencillez: sus actores quieren lograr una obra teatral, pero todo les sale mal. Desde el inicio, cuando justo minutos antes de que comience la función, deben atornillar, pegar y arreglar infinitas cosas sobre el escenario, hasta el final cuando todo se ha vuelto caos y desastre.
Los espectadores del Teatro Rialto no tardaron en conectarse con la situación, pese a que muchos soltaron tarde sus teléfonos para concentrarse en que la función ya había comenzado (20 minutos antes de la hora que marca el ticket).
Las risas y carcajadas incómodas ante un host que les grita y les indica que no pueden quitarse las mascarillas en ningún momento, convierten un momento de distensión y contacto entre actores y público. La magia del teatro hace su efecto y todos olvidan el mundo exterior.
Ganador del Premio Olivier 2015 a la mejor comedia, este espectáculo nos presenta a un grupo de teatro amateur en el estreno de su obra de misterio en el que todo sale mal. Extrañamente propensos a los accidentes, los actores luchan contra las adversidades a lo largo de toda la representación, con unas consecuencias tan divertidas como irreparables.
¿Suena familiar? La premisa no es más ajustada al mundo que vivimos, todo condensado en un escenario, sobre tablas de madera.
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