Solo son pequeños detalles los que distinguen a Iván Darío Álvarez de su hermano, César. Ambos llevan barbas y cabelleras plateadas (Iván es el del pelo y la barba más largos), los dos hablan con el mismo tono de voz, pausado y elocuente, y desde hace 40 años manejan juntos los hilos de uno de los referentes del teatro de títeres del país, La Libélula Dorada.
Estos hermanos, nacidos en Bogotá, empezaron como asiduos espectadores de los tradicionales grupos de teatro de la década de los años 60 y 70.Finalmente, en 1976 decidieron salir de sus puestos de espectadores para pararse en la tarima del teatro para niños.
“El panorama en que empezamos era muy incipiente, por no decir árido; había grupos que iniciaron el desarrollo del teatro de títeres, pero muy a la sombra del teatro para adultos, pues no gozaba del reconocimiento ni se le daba la importancia que se merecía”, cuenta Iván Darío.
Los hermanos salieron de una escuela de títeres del Parque Nacional y recuerdan que sus primeras funciones fueron en escuelas de la ciudad.Como no tenían recursos, cuando llegaban a los centros educativos buscaban las cortinas y las bajaban para crear pequeños teatrinos.
“Nuestra apuesta también era hacer obras de calidad con mucho respeto al niño y con dramaturgia propia”, cuenta César.
Es así como el grupo ha creado La peor señora de este mundo, Un pobre pelagato mal llamado Fortunato y La rebelión de los títeres y Los héroes que vencieron todo menos el miedo.
Por su gran trabajo y aporte, el próximo 16 de septiembre, en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán, recibirán un homenaje por su aniversario y harán una presentación especial con fragmentos de las piezas más importantes de su repertorio.
Teatro y anfiteatro
César Álvarez calcula que en estos 40 años han construido cerca de mil muñecos, la mayoría diseñados por ellos, pero también con colaboraciones de otros artistas.
“En las últimas etapas llamamos a varios ilustradores y artistas plásticos para que hicieran la concepción visual de los muñecos, nos interesa intercambiar experiencias para enriquecer el trabajo”, dice Iván.
Algunos de esos muñecos siguen vivos, todavía salen a escena, y otros, por el deterioro de las funciones o porque son intentos fallidos, se van archivando en un espacio que se denomina El Anfiteatro, una especie de museo de títeres.
“La característica de La Libélula es que hemos mantenido muchas obras en repertorio porque podemos durar dos años elaborando un espectáculo, por la cantidad de muñecos y elementos que manejamos, y procuramos mantenerlas en el tiempo”, cuenta César.
Además de su trabajo en teatro, los Álvarez también tuvieron un programa de televisión, El rincón de la fantasía, con casi cien episodios. Y con toda esa experiencia sobre sus hombros, consideran que aún tienen mucho por aprender.
“Queremos aportar al desarrollo del teatro de títeres, que es un teatro infinito, cada vez va uno descubriendo más allá, como que el único límite es la imaginación, sus posibilidades son increíbles”, dice César.
Uno de los proyectos es ampliar la sede del grupo, ubicada en el barrio Galerías, construir aulas y ampliar el taller para crear una escuela de títeres. También desean aportar al nuevo camino del posconflicto que se traza en el país.
“Ojalá uno pudiera llegar a esos lugares en los que me imagino que nunca en la vida ha llegado un títere o un espectáculo, y ayudar a remover y dar una esperanza”, finaliza César.
Un pobre pelagato mal llamado Fortunato se presentará este viernes y sábado, 7:30 pm. m. Teatro La Libélula Dorada. Carrera 19 n.° 51-69, Bogotá.
El homenaje será en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán el 16 de septiembre a las 8:00 pm. Carrera 7.ª n.° 22-47, Bogotá. Los bolestos tienen un costo entre 15.000 y 25.000 pesos.