Así como el crack, el miedo también crea una adicción. Empieza por el miedo a perderlo todo, luego miedo a perder a la familia, a perderse a sí mismo, y así. De esta forma la dramaturga puertorriqueña-estadounidense Quiara Alegría Hudes revela una historia trágica Agua a cucharadas.
Cuatro adictos al crack se reúnen en el chat virtual rebahilatarnosjuntos.com para soltar todos sus temores y también sus anhelos más íntimos. Mamahaiku (Gladys Prince) es la administradora del grupo. En este Orangután, Manantial y Ludo hacen de sus historias un camino para la catarsis y la rehabilitación colectiva. Aunque cada uno intenta salir del infierno a su manera.
De forma paralela vamos conociendo la historia de Eliot, un ex veterano de Irak que tras los vicisitudes en la guerra intenta sobrellevar su fracasada vida de mesonero en una tienda de sándwiches, pero el dolor que consume su existencia está en el rencor que no le permite perdonar a su madre biológica tras el abandono en la infancia; esa misma mujer que intenta crear un hogar virtual junto a quienes como ella, intentan salvarse de sus vicios más oscuros.
La pieza ganó el premio Pulitzer en 2012. Con este texto la actriz Eulalia Siso debuta como directora en el II Festival de Teatro Contemporáneo Estadounidense de la Caja de Fósforos, en de la Concha Acústica de Bello Monte, Caracas.
“Parecen historias distintas, pero poco a poco la tragedia los une”, agrega Siso.
En el chat room todos se ocultan tras un seudónimo que les permite aligerar sus cargas con mayor facilidad. Pero poco a poco se dan cuenta que ese gueto virtual que han creado se las ha quedado pequeño.
Ludo (Willian Cuao) un hombre que supera los 50 años de edad y que ha perdido a su familia por su adicción siente una atracción muy particular por Orangután (Zuly Méndez), una joven que vive en Japón que busca desesperadamente un contacto real, amigos de verdad. Por lo que emplaza a Ludo a que viaje a visitarla mientras ella se debate en buscar sus orígenes tras la pista de la familia que la abandonó.
“Orangután tiene una carencia de identidad, necesita amor y a través del chat de los crackeros encuentra a esa persona con la que siente identificada” agrega Méndez.
Orangután necesita un abrazo. Por otro lado, Manantial (Sócrates Serrano) un hombre exitoso que lucha contra su adicción con el fin de no perder a su familia, viendo su futuro reflejado en el presente de Ludo. Cada uno de los personajes tiene el poder de decidir si puede o no afrontar sus miedos.
Eliot (Alejandro Grossman) y su prima Jazmín (Jariana Armas) parecen vivir sus tragedias de forma distinta. Jaz, como cariñosamente le llama su primo es una mujer que se siente en disonancia con los conflictos familiares que la rodean. Sin embargo es ella quién tras la rabia y el dolor de Eliot y ante la imposibilidad de tomar alguna decisión sensata, termina por entender que todos son unos sobrevivientes.
Agua a cucharadas intenta caminar sobre el campo minado que son las relaciones familiares, explora desde dos puntos de vista aparentemente opuestos (la realidad física y la virtual) la ausencia del otro y la imposibilidad de comunicación entre los seres humanos, separados cada vez mas por las diferencias.
El ritmo de la pieza inicia lento pero destaca la química entre Grossman y Arias. El primero reencarna la rabia con tanta verdad que logra articular la sapiencia de quién interpreta a su prima Jaz. Dos caracteres distintos pero no contrarios, dos versiones disímiles de una misma tragedia que se van juntando a las de otros separados por la distancia geográfica que existe en el chat virtual. ¿De verdad hay tanta distancia entre nosotros? ¿De verdad existen barreras entre los seres humanos? ¿o nosotros mismos las hemos creado para expatriar nuestros miedos? La respuesta para todas nuestras preguntas es la realidad inmediata: el odio, el odio que todo la quiebra, porque somos frágiles como la brizna de paja en el viento.
Hay un fantasma que durante toda la obra ronda los pasillos del chat virtual y de la realidad: el miedo a perder a la familia, y la muerte hace realidad ese temor para uno de los personajes. Con el tiempo el único espacio que ocupan las personas que se van es la memoria, ese lugar donde Eliot, al final de la obra, revive su tragedia y se edifica a sí mismo.
Agua a cucharadas tendrá funciones sábados y domingos a las 3:00 pm hasta el 18 de septiembre y el precio de la entrada tendrá un valor de 550 bolívares. El elenco está conformado por Alejandro Grossmann, Sócrates Serrano, William Cuao, Gladys Prince, Jariana Armas, Zuly Mendez y Juan Carlos Lira.
La producción audiovisual y musicalización está a cargo de Carlos Noblot y Melahny Paiva, la escenografía es de Luis Campos, pintura escénica de Luis Villegas “Spinetta”, vestuario de Joaquín Nandéz, iluminación de Gerónimo Reyes y asistencia de dirección de Sareni Siplenko.
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La verdad que la pieza es buena pero la destroza la desafortunada dirección. Eliot y Orangután, lo peor de la obra. Dos “actores” mal dirigidos, enfocados en lo superficial sin tocar la superficie emocional de sus complejos personajes. Eliot no puede con la carga dramática y Orangután no puede hablar sin recitar. Socrates Serrano más de lo mismo. Destacan William Cuao y Gladys Prince, parecieran que están en otra obra.
Buen intento de Siso, pero intento fallido al fin. Bueno el juego audiovisual, terrible la iluminación del chat. Y otra vez, Eliot y Orangután dan vergüenza, tremendos personajes desaprovechados por dos “actores” de medio camino.
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