Para el Teatro Et Cetera de Moscú, presentar el montaje Boris Godunov en el pasado Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá fue más que un reto mayúsculo. El hecho de exhibir la propuesta del dramaturgo Alexander Pushkin a varios miles de kilómetros de su lugar de origen, y hacerlo bajo la guía del director alemán Peter Stein, era, para todos los integrantes del colectivo, mucho más que un sueño difícil de consolidar sobre las tablas.
El proceso para llegar hasta América fue complejo, dada la dimensión de la escenografía y teniendo en cuenta las características de la puesta en escena. Sin embargo, el resultado valió la pena porque las cinco funciones realizadas en el Teatro Colsubsidio tuvieron lleno completo y las manifestaciones de aprobación por parte del público confirmaron que la obra no solamente había sido bien escogida para el evento sino que su impacto superaba cualquier expectativa optimista.
Los inconvenientes comenzaron a aparecer después de que se bajó el telón del último acto del Teatro Et Cetera de Moscú en Colombia. Después de cinco meses de finalizado el encuentro cultural en Bogotá, una comunicación remitida por Alexander Kaliaguin, actor emérito y presidente de la Unión de Teatristas de Rusia, entre muchas otras distinciones, hace referencias a incumplimientos en el contrato celebrado entre el colectivo artístico y la organización presidida por Anamarta de Pizarro.
“Nuestro teatro ha cumplido todas sus sugerencias, entre las últimas, la participación obligatoria en los eventos del Festival y en el acto de la apertura del Sr. Peter Stein. Este director destacado cambió todos sus planes que ya estaban calculados para los cinco años seguidos y cumpliendo nuestras humildes demandas viajó a Bogotá. No sé cómo considerarlo —como una equivocación o como un cambio del estilo del Festival— pero nadie del grupo de dirigentes del Festival no (sic) asumió la responsabilidad de recibir al Sr. Stein en el aeropuerto, darle la bienvenida en nombre del Festival, que sería el signo de la hospitalidad y que es una regla obligatoria y tradicional en los marcos de todos los Festivales internacionales”, manifiesta Kaliaguin en uno de los párrafos de la comunicación oficial.
Además de las molestias por las desatenciones al maestro alemán en su visita al país, el actor, que también es miembro del consejo gubernamental del presidente de la Federación Rusa, habla de otras particularidades al comentar lo siguiente: “Después de una serie de largas e interminables negociaciones con Ud., aunque es muy difícil nombrar eso ‘negociaciones’, porque no tuvimos ninguna respuesta a nuestras cartas, nadie atendía el teléfono pero por fin después de mucha demora hemos recibido los honorarios prometidos, en ese proceso tuvo que intervenir el Ministerio del Exterior de Rusia”.
A estas palabras, Anamarta de Pizarro respondió: “Somos muy conscientes de nuestras obligaciones financieras con el grupo del maestro Kaliaguin y con otros grupos internacionales y nacionales, así como de las demoras en cancelar las mismas. El XV Festival Iberoamericano de Teatro ha venido arrastrando una situación deficitaria. Para atender esta situación hemos redoblado esfuerzos buscando superar las dificultades financieras y consolidar una organización sólida que nos permita operar hacia el futuro con tranquilidad. Como lo hacen otras empresas cuando enfrentan este tipo de situaciones, estamos trabajando, por un lado, con una banca de inversión local que nos permita garantizar el cubrimiento de los compromisos actuales y obtener el capital de trabajo necesario para realizar los próximos festivales y, por otro, con la Universidad de los Andes, para mejorar nuestra estructura operativa y comercial, así como el trabajo muy adelantado de una auditoría internacional”.
La misiva de Kaliaguin aborda otros aspectos significativos al exponer lo siguiente: “Pero hasta ahora no está resuelto el problema del pago del traslado de nuestro grupo a Bogotá que está incluido en el contrato firmado por Ud. y donde están indicadas las fechas del transfer y eso provoca muchas dificultades económicas para nuestro Teatro Et Cetera que no es comercial sino estatal y subsidiado por el gobierno”.
A lo que la directora del Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá contestó de la siguiente manera: “Ya hemos atendido los honorarios que debíamos al Teatro Et Cetera, como reconoce el maestro Kaliaguin en su carta. Y estos esfuerzos que estamos emprendiendo nos permitirán cumplir con el saldo pendiente por otros conceptos. En ningún momento hemos desconocido las obligaciones que tenemos y todos los dineros que hemos venido recibiendo por distintas fuentes los hemos destinado a pagar esas obligaciones. Estas dificultades, que estamos en proceso de superar con la ayuda de todos los que creen en este sueño, no nos quitan el orgullo de haber traído a Bogotá, para los bogotanos, obras del calibre de Boris Godunov (…)”.
Inconvenientes como estos hacen parte de la trasescena del teatro, un arte que se mueve tan pronto se sube el telón, pero que sigue en evolución incluso después del último acto.