Ir al teatro es salir conmovida. Al menos, de eso se trata para mí. Conmovida en todas las expresiones que eso pueda significar. Y si no, entonces salir con una reflexión, una sonrisa o una lágrima. Este preámbulo no es más que una mera ilusión para hablar de una compañía de mujeres extraordinarias que logran el cóctel completo con sus montajes: Las Niñas de Cádiz. Con ese nombre tan fácil de recordar, sonoro, bonito, provocador y hasta dulce, la agrupación conformada por Ana López Segovia, Alejandra López, Rocío Segovia y Teresa Quintero ha presentado Las bingueras de Eurípides en una aplaudida noche en la Feria de Teatro de Castilla y León en Ciudad Rodrigo, España.
La tragedia griega en un Cádiz macondiano
La niñas han tomado exquisitamente la esencia y momentos de grandes tragedias griegas, adaptándolas a un lenguaje actual, a situaciones cotidianas de la modernidad y, mucho más, al humor gaditano en el que tan bien se desenvuelven e identifican.
Ya en El viento es salvaje tomaban a la Fedra de Hipólito y a Medea para hablar de la amistad y enemistad, sobre la suerte y la culpa, en lo que ellas mismas llaman un “Cádiz macondiano”. La pieza, por cierto, obtuvo el Premio al Mejor Espectáculo Revelación en los XIII Premios Max.
Este contexto se repite en Las bingueras de Eurípides, en la que han creado a su propia Dionisia, inspiradas en Las bacantes del autor griego. Allí vemos a una diosa que llega al pueblo con, sin saberse bien de dónde viene o cómo ha llegado, para involucrar a sus adoradoras, mujeres con sus propias tragedias domésticas y personales, en un juego de bingo ilegal que dos policías tratan de eliminar.
En ese espacio cerrado, las bingueras se sumergen en ritos dionisíacos que las sacan de la cotidianidad y les permiten tener un momento de distracción ante la vida que ha sido tan injusta con ellas. Allí se hunden en cocteles de alcohol y estupefacientes y gritan limón cuando han tachado todos los números del cartón. Por supuesto, como no podía falta en la tragedia “atravesada por una carcajada”, sucumben en los excesos de Dionisia, se entregan a la lujuria y provocan a la autoridad.
Reflexiva, sin ser panfletaria, la pieza en sus sustrato reivindica la libertad de las mujeres, de los placeres de la vida, de la fiesta y la alegría del alma, conjugando los principios de las niñas con la pasión de la tragedia griega. En la original, las mujeres de Tebas participan de los ritos de Dionisio por lo que Penteo (que en este caso sería Fernando Cueto) ordena apresarlas y terminar con las fiestas. A lo que Tiresias responde que si algunas mujeres se entregan a la lujuria no es culpa de los ritos, sino de su propio carácter. Este último es el personaje que representaría José Troncoso, quien defiende a las mujeres: “pero si no le hacen daño a nadie”.
En esta misma línea, las niñas también cuentan en su repertorio con Lisístrata, la comedia de Aristófanes. En su versión, toman la vieja rivalidad entre Atenas y Esparta y la trasladan a una que les toca más de cerca: la que sostienen Cádiz y Sevilla.
Es así como, la compañía logra una vez más desternillarnos de la risa al tiempo que toca las fibras del ser humano, de la existencia en sí misma y de las libertades de las mujeres, en un sacudón de teatro que se te pasa volando, entre el drama y la risotada.
No podemos más que agradecer que sigan existiendo espacios como la Feria de Teatro de Ciudad Rodrigo, de las más (o la más, así) gentiles y unificadoras de todas las ferias y festivales, en la que se fomentan los espacios del gremio y para el gremio. Espacios para conocernos y seguir creando.