Justo par de años antes de la guerra, el joven Federico García Lorca lanzaba en sus poemas y obras como dagas, frases al estilo de “El que quiere arañar la luna, se arañará el corazón” o “La vida es amable, tiene pocos días y tan sólo ahora la hemos de gozar”.
La fecha está aun en duda, pero aquí afirmaremos que el 18 de agosto de 1936 moría fusilado por las autoridades franquistas un mes después del golpe de Estado que inició la Guerra Civil Española. De allí, su lírica quedó inmortalizada en la literatura de todos los tiempos, como un poeta y escritor de la libertad y del amor.
“Hay cosas encerradas dentro de los muros que, si salieran de pronto a la calle y gritaran, llenarían el mundo”
Hoy en día, este granadino, de la ciudad que emociona hasta deshacer y fundir todos los sentidos (como dijera Henri Matisse de este lugar), es el poeta de mayor influencia y popularidad de la literatura española del siglo xx, con obras como Bodas de sangre, Yerma, Poeta en Nueva York, Poema del cante jondo, Así que pasen cinco años, El público, Diván del Tamarit, Doña Rosita la soltera y La casa de Bernarda Alba.
Su teatro es un teatro poético, en el sentido de que gira en torno a símbolos medulares —la sangre, el cuchillo o la rosa—, de potente fuerza simbólica e intensidad. Además se desarrolla en espacios míticos o presenta un realismo trascendido, y de que, en fin, encara problemas sustanciales del existir, casi como si Lorca supiera cuál iba a ser su devenir.
No en vano se juntaba por las calles de Granada con lo mejor de la ciudad en «El Rinconcillo» del café Alameda. O más tarde en la Residencia de Estudiantes en Madrid, tras su traslado, donde conversaba con figuras de la talla de Albert Einstein, John Maynard Keynes o Madame Curie. Era amigo de Salvador Dalí. Se juntó con Luis Buñuel y Rafael Alberti.
Un disruptivo de su tiempo, una coincidencia imprevista. Lorca logró esquivar el tedio que le causaba la socialité cultural de pueblo para ir por más. Fue parte de la Generación del 27, que incluía a las mejores figuras del mundo cultural. Supo combinar su poesía con los temas de vanguardia, los acontecimientos sociales que se generaban.
Cuando luego de publicar su Romancero gitano se le catalogó de gitanero y costumbrista, se alzó: “No quiero que me encasillen. Siento que me va echando cadenas”.
Poco después, empezaba a ser censurado y a filtrarse sus relaciones románticas con hombres. Intentó estrenar en 1929 la obra Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín, pero fue prohibida por la censura de la Dictadura de Primo de Rivera.
“Como no me he preocupado de nacer, no me preocupo de morir”
“Como no me he preocupado de nacer, no me preocupo de morir”
¿Sigue siendo Lorca, su texto y obra, representación de lo anárquico con estilismo, un erudito contra sistema? ¿Sirve también para ensalzar la belleza de lo triste, lo poético de la tragedia, la soledad vista desde los ojos de Apolo?
Este 2019 se verá a Lorca en todo sentido. Madrid lo ha denominado “El año Lorca” con la celebración del centenario de la llegada del poeta y dramaturgo granadino a la capital española.
Así, el trabajo lorquiano de Lluis Pasqual y Alberto Conejero se verá en El Sueño de la Vida, pieza que complementa la Comedia sin título, que Lorca no pudo acabar en 1936 y que estará en el Teatro Español.
La Joven Compañía también se sumergirá en los recovecos del escritos bajo la dirección de Miguel del Arco con un espectáculo escrito por Nando López e Inma Correa para Teatros del Canal, bajo el título Federico hacia Lorca.
Desde El-Teatro también se avista una edición especial de Lorca para niños, suculenta, filosófica y muy divertida denominada La luna y el niño juegan un juego que nadie ve, del dramaturgo venezolano Oswaldo Maccio, que se inspira en el poema El niño loco del granadino para explorar un cuento en tres dimensiones que también cuenta con poemas de Mariano Brull y otros escritores.
La pieza se presentará en la Sala Bululú de Atocha y cuenta con una producción de Criaturas de Orange, liderada por Patrizia Aymerich, y dirigida por Víctor Barahona.
En este devenir, muy lorquiano, obsesivo y de ensueño, el Centro Dramático Nacional (CDN) ha compartido nuevamente el Capítulo 3 de su serie de documentales Nuestro teatro, titulada El Lorca “irrepresentable” una constancia y homenaje del escritor español más reconocido y representado en el mundo.
Ernesto Caballero es quien hace los honores de explicar a Lorca, y cómo la cultura española está fuertemente ligada a su obra, dentro de la cultura popular.
A continuación pueden ver un pedazo del documental: