Desde sus inicios artísticos, Luis Villar se inclinó por la danza. Así, mientras vivía en Venezuela, el joven bailarín dividía sus compromisos entre la docencia en una reconocida academia de baile y, por las noches, se presentaba en nada más ni nada menos que en el Teatro Teresa Carreño (TTC) cuando el deber llamaba.
Los espectadores, deleitados y con la emoción a flor de piel, miraron en varias ocasiones sus delicados pasos de ballet en piezas como Don Quijote de La Mancha y el tan recordado show decembrino El Cascanueces, mientras aplaudían desde los desgastados asientos de aquel lugar que se engalanaba con el título de ser el más prestigioso del país caribeño. Villar, por supuesto, también estaba acompañado por el más atlético cuerpo de baile.
Hoy, a su corta edad y con el recuerdo de aquellas tablas, Villar ve cumplir uno de sus tantos sueños mientras se desplaza para audicionar por los más conocidos escenarios de Nueva York, esos que muchos aspiran y en los que pocos encajan.
No ha sido fácil, afirma con orgullo, pero su persistencia y las ganas de seguir adelante fueron los elementos que usó para formar parte del elenco de An American in Paris, la versión musical de aquella película protagonizada por Gene Kelly y que ahora durante su circuito off-Broadway, se presenta en la ciudad de Carolina del Sur durante el mes de diciembre.
– ¿Qué fue lo más complicado, al ser un artista extranjero, al buscar encajar en la escena estadounidense, específicamente la neoyorquina?
– ¡La cultura y el idioma! Culturalmente hay muchas diferencias que definitivamente causan un gran impacto en una persona que viene a vivir a un país diferente y en el caso específico de Nueva York la cantidad de culturas que existen y coexisten en la ciudad es muy grande. Ha sido una experiencia enriquecedora, definitivamente. El idioma, por otra parte, no ha sido un obstáculo. Pero si quieres progresar rápidamente en el mundo del teatro musical es definitivamente necesario saber inglés perfectamente.
– ¿Cómo describes el proceso?
– ¡Desafiante! Entrar al mundo del entretenimiento en una ciudad donde la cantidad de artistas capacitados para hacer prácticamente “cualquier cosa” es un reto. En muy corto tiempo he tenido que aprender a cantar, bailar tap, actuar, mantener un buen entrenamiento, comer sano y balancear mi vida personal para poder vivir el proceso y no dejar que te absorba.
– También fuiste docente de danza en Venezuela, ¿de qué manera nos describes esta experiencia y cómo la comparas con lo que te ocurre ahora en Estados Unidos?
– Se trata de constancia, disciplina, amor y respeto por esta carrera. Aquí lidiamos con el rechazo constante en audiciones pero siempre hay que mantener una actitud positiva, nunca sabemos cuando nos llega el día de ser escogidos.
“Hay que ser constantes y siempre estar un paso adelante de lo que vamos a enfrentar; un buen entrenamiento igualmente es esencial”.
– ¿Cómo es tu nueva vida sobre las tablas más anheladas para un artista de teatro musical?
– Es un privilegio poder estar en un escenario rodeado de tanto talento y grandiosos artistas y poder actuar, cantar y bailar para un público que te espera con ansias.
– ¿Es difícil? ¿De qué forma ves el panorama de la competencia? ¿Cómo te enfrentas a ella?
– Trato de ver todo como un reto y me enfrento a ella con convicción y determinación. Mi competencia soy yo mismo, me gusta aprender de mis compañeros y soy feliz cuando los veo triunfar. La mejor manera de encararla es estar preparado para lo que venga.
– En cuanto a tu experiencia en “An American in Paris“, ¿Cómo llegaste a esta pieza tan icónica?
– Fue un largo proceso de audiciones. Ballet en el primer llamado, luego hubo un callback para bailar de nuevo; después tap, posteriormente cantar y por último tuvimos un llamado para bailar en pareja. Por último, después de unas cuantas semanas, recibí un correo con la oferta de trabajo.
– ¿A quién interpretas? ¿En quién te inspiras para desarrollar a tu personaje?
– Soy parte del cuerpo de baile. En algunas partes soy un soldado que sobrevivió la Segunda Guerra Mundial, en otras soy un bailarín de ballet y en otras soy un parisino más. Mi inspiración viene muchas veces de ver a mis compañeros en escena, en el escenario nacen historias que nosotros mismos creamos y creemos.
– ¿Qué es lo que más te gusta de esta nueva experiencia?
– ¡Cada producción te enseña algo nuevo y siempre estamos aprendiendo pero siempre encuentro gran alegría al conocer nuevos artistas, hacer amigos y aprender de ellos.
– ¿La repetirías? ¿Cambiarías la docencia por ser intérprete?
– ¡Con todo gusto repetiría! Desde que me vine de Venezuela no practico la docencia y estoy más enfocado en mi vida como intérprete. Pero definitivamente enseñar es algo que me gusta y me llena de satisfacción.
– ¿Cómo describes a tu equipo de trabajo? ¿Cómo es el proceso de desarrollo interno de la obra?
– El elenco es increíblemente talentoso. Trabajar con todos es un placer, siempre estamos ayudándonos mutuamente. El desarrollo fue intenso y demandante. Muchas horas de ensayo para poder poner el show en tablas pero el resulto final es grandioso.
– En cuanto a tu experiencia ahora en Venezuela para el Ballet del Teresa Carreño, ¿en qué se diferencian ambas vivencias?
– Totalmente diferentes. En el TTC tuve la oportunidad de bailar ballet clásico mientras que aquí en Nueva York mi enfoque ha sido el teatro musical. El ballet no es el elemento principal pero si tienes ballet como base, se te agradece.
– ¿Qué es lo que más recuerdas de aquellos días?
– El entrenamiento tan completo que teníamos y por supuesto mis amigos y familia.
– ¿Los retomarías en algún momento?
– Por supuesto que sí. Anhelo volver a bailar en la sala Ríos Reyna del TTC.
– ¿Qué resaltarías de aquellos montajes en los que participaste? ¿Qué mejorarías, ahora que tienes una nueva visión?
– Las obras en las que participé fueron majestuosas, me siento muy privilegiado de haber podido ser parte de ellas y sobretodo de poder haber podido llevar a escena esos montajes en momentos en los que el país no estaba en sus altas.
– Desde la distancia, ¿cómo evalúas el desempeño de los montajes que aún se hacen en Venezuela, en lo que a ballet se refiere?
– Tristemente la única compañía de ballet que aún sobrevive en Venezuela es la del TTC. Yo, particularmente, aprecio el esfuerzo de los que aún están allá dando la cara por el ballet en Venezuela pero…
“…no se puede negar que la falta de recursos y la fuga de talento que ha vivido Venezuela ha hecho más y más difícil que montajes profesionales se lleven a cabo”
– ¿Qué sigue en tu carrera ahora?
– Ya se estrenó An American in Paris en el Art Center of Coastal Carolina, así que por los momentos disfrutaré todas las funciones que vienen hasta que cerremos la temporada. Luego, seguiré audicionando y luchando por conseguir lo que deseo.