Ricardo Nortier. Muchas veces me he detenido a pensar por qué muchos de nosotros escogen la profesión como hacedor de #teatro si, de entrada, sabemos que nos privará de casi todos los privilegios económicos, pasaremos noches de insomnio tratando de solucionar problemas subjetivos, conviviendo con #personajes que no existen y tratando de creer en ellos para justificar y dar sentido a nuestro trabajo, angustiados con lo que nos pueden decir los demás y en una eterna búsqueda de una verdad que se vuelve mentira al cerrar el telón y recibir los aplausos.
En el Día Nacional del Teatro (en Venezuela) sólo puedo dar una respuesta a estas reflexiones: El teatro es un arma en contra de la crueldad y la injusticia y no hay profesión igual a ésta que logre sacarnos las máscaras sociales para mirarnos en realidad, lo que llamamos confrontarnos con el público, destapar las #máscaras de la #desigualdad y de la #injusticia, vernos en el espejo, mirar nuestros verdaderos rostros: porque todos podemos a llegar a ser inseguros, tristes, alegres, solitarios, ricos, pobres, malvados, buenos, santos e hipócritas… y me divierto viendo cómo el público disfruta al mirar a su lado oscuro en un escenario.
El teatro es un juego serio y un arma peligrosa en contra de los poderosos.
Esto me basta para seguir luchando y defendiéndolo. Allí -tal cual el personaje del usurpador Claudio en Hamlet es desenmascarado a través de teatro- lo que busco en el escenario es expresar este lado desposeído del alma en la lucha contra su lado oscuro, el lado maltratador, que se siente superior a los demás, el villano y decirle, a través del teatro, que en la vida también se cierra el telón y el juego se acaba para todos, incluyendo para los malvados.
En fin, creo que actores y espectadores deberíamos aplaudir juntos.
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