Tiene 35 años de edad. Se crió en Las Acacias, cerca de la Universidad Central de Venezuela, donde estudió Artes, pero no llegó a graduarse. Es hijo de Oswaldo Enrique, un músico autodidacta, y de María Cristina, una artesana nata. Su hermana, mayor que él, era la que quería ser actriz y ahora es ingeniero. Se siente cómodo autodefiniéndose como actor, director y dramaturgo. Desde hace más de diez años no ha parado de crear en las tablas y se mantiene como referencia del teatro venezolano que piensa y juzga la realidad.
“En el teatro cabe todo”, explica Maccio, quien interpreta en el mismo mes a Juan de Mata, un homosexual desinhibido en un remontaje de Reina pepiada con actores de televisión, y protagoniza la pieza La sed basada en un texto de André Gide, que se escenifica en una galería de arte. Explica:
“Hay mucha gente a la que le encantaría que el teatro fuese siempre serio. Estamos regidos por fuerzas que van de lo más a lo menos sofisticado. Está Hamlet o el Rey Lear, pero también tenemos sainetes o la escatología de la comedia griega. Todo eso está en nosotros y todo eso convive”.
“Hay épocas más felices que otras, esta es una muy superficial. Kim Kardashian es un icono y contra eso nadie puede. Me encantaría tener al alcance una figura como esa para que todo el mundo viniera a ver La sed, pero no ocurre. La gente quiere consumir cosas así; yo podría juzgarlo como evasión, pero no quiero perder el tiempo pensando en por qué hay más de una cosa que de otra”, esgrime.
Ha participado en varias temporadas de Microteatro en Caracas, a pesar de haberse formado en el ámbito del teatro experimental. “Haciendo piezas cortas me di cuenta de que tenía muchos prejuicios y allí se están haciendo cosas muy contundentes. Cuando hacíamos Se hunde el barco, pensábamos que nadie nos iría a ver, pero nunca tuvimos una sala vacía”, dice. Sin embargo, tiene afinidad con un tipo de montajes que suele estar al margen de las taquillas agotadas o de los reconocidos nombres del entretenimiento criollo.
“Hay un teatro que cuestiona, que hace otro tipo de preguntas. No puedo evitar pensar en las cosas que hace Orlando Arocha o Juan José Martín. Es como devolvernos una imagen a través de un espejo de feria. De la misma forma me sentí en el grupo de teatro La Bacante, donde me inicié. Allí se apuesta por otra forma de verosimilitud. Pareciera que la única manera en la que el teatro de verdad funciona es cuando hay una torcedura, un enrarecimiento de la imagen. Allí radica lo interesante”, añade.
Ingresó en la Escuela de Artes de la UCV, pero no se graduó. “Nunca terminé la tesis. Me entregué muy pronto a la práctica teatral y me dejé llevar”, agrega el actor que formó parte del extinto programa de formación de la Compañía Nacional de Teatro, luego pasó por los talleres del Centro de Creación Artística TET y se unió al grupo La Bacante donde comenzó a hacerse preguntas sobre otras formas de crear. “Era un tipo de exploración y de creación al margen”, asegura.
En 2007 dirigió por primera vez. Fue una obra que se llamó Islas que contó solo con tres textos de personajes femeninos de los Diálogos con Leucó, del poeta y novelista Cesare Pavese. El montaje se repitió hasta 2013, peroMaccio tiene en su haber más de 5 trabajos como director. En cuanto a la dramaturgia asegura que tiene un período de incubación, por lo que se le dificulta dar un número específico de piezas escritas, pero son más 7 largas, 6 para Microteatro y 3 infantiles.
En la actualidad da clases en un taller para intérpretes de danza contemporánea. Pensó en emigrar y sostenerse a través de la docencia, preparó un programa educativo para ello, pero el Centro Nacional de Danza lo llamó primero.
Cuando no está en la calle produciendo montajes, se encuentra de temporada o escribiendo. Ahora lee Mozart de camino a Praga del poeta Eduard Mörike, que podría convertirse en su próxima apuesta artística. Mientras, sigue pensando y actuando en el mundo al margen.