La realidad virtual, en sí misma, se trata de un entorno de escenas u objetos de apariencia real que crean una atmósfera inmersiva para el usuario, llamado así y nunca espectador, debido a su carácter de consumidor tecnológico. No en vano, las artes escénicas han usado a su favor las nuevas tecnologías, especialmente en el último año con motivo de la pandemia. Dicho así, es posible hablar de realidad virtual en el teatro y, mejor aún, realidad virtual como parte de la extensión de una obra de teatro.
¿A qué me refiero? A que la realidad virtual presenta una nueva posibilidad para ir más allá con las historias que llevamos a escena. Y si esto lo combinamos con vídeos en YouTube, audiolibros, experiencias en redes sociales, las posibilidades se hacen infinitas. Por ejemplo, imagínate estar en casa, recibir un mensaje por Whatsapp con un vídeo en el que puedes ver el inicio de una obra, llegar al teatro y seguir la historia desde una sala negra a través de unos lentes/gafas de realidad virtual y terminar el espectáculo con una performance o pieza escénica con actores en vivo y directo.
Hace unos años, quizás no habríamos entendido esto, pero esto se ha convertido en una forma de experimentar con las historias y hacerlas mucho más moldeable y extensible mediante el multiformato. Los creadores escénicos que le tienen tirria a la tecnología, posiblemente dejen de leer esto.
Mosuo: Batería, giroscopio, auriculares y YouTube
En El Teatro, nos aventuramos a ver Experiencia Mosuo, un espectáculo escénico de la compañía Aúpa Teatro que comienza desde casa y que incluye episodios vía whatsapp, video 360 grados y un performance con puesta en escena de la actriz y bailarina Carolina Touceda. Lo primero, y para comenzar la historia, el espectador/usuario (porque aquí caben ambos conceptos) recibe un mensaje por Whatsapp con dos vídeos que son el preludio de la historia. Desde ese momento, conocemos a los personajes y entendemos el género de la pieza, así como la premisa principal.
Lo siguiente es recibir ciertas indicaciones: confirma si tu móvil cuenta con giroscopio -un sensor que hoy en día viene en todos los teléfonos y que detecta la orientación de la pantalla y obtiene el registro de la rotación del dispositivo en todos sus ejes-; llevar auriculares a la función; asistir con batería cargada; descargar la app de YouTube; y estar atento al link del vídeo desde el cual podremos ver las escenas de realidad virtual.
Aunque parezcan muchos elementos, no es más que lo que siempre tenemos a disposición en nuestros móviles. La experiencia se pasa rápidamente, además, puesto que estamos a la expectativa desde antes, cuando hemos recibido los vídeos. Queremos conocer más de los personajes y no dejamos de asombrarnos.
La perversión de estar dentro de la historia
Violaciones, abuso de poder y consumo digital
Experiencia Mosuo nos ha sorprendido de manera positiva y nos ha dejado con ganas de más. La realidad virtual favorece el relato que gira en torno a la violación de un chico, por dos mujeres, y su venganza, que lo lleva a convertirse en un ser enmascarado llamado Mr. Pigman. La historia es abierta, nadie es completamente bueno ni malo y permite reflexionar acerca del despotismo de las figuras mediáticas, el abuso de poder, el bulliyng y el consumo exacerbado de las redes sociales. La dramaturgia es de Álex Ortín y Touceda, quien además se encarga de la coreografía.
Casi no hay diálogo y prevalece la imagen tanto en los vídeos, como en la experiencia de realidad virtual y el performance, donde el diálogo hace su aparición para poder deliberar sobre lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto.
De hecho, es en este punto cuando el espectador puede jugar un rol, al ser señalado, preguntado y hasta acusado de complicidad por Mr. Pigman. Casi todo sucede con el espectador dentro de la historia. Quizás, hubiera sido interesante -aunque aún más perverso- que pudiésemos seguir en redes a los personajes previamente y ver qué están posteando.
Convertirlos en los influencers/personajes.
Realidad virtual y teatro: El espectáculo prolongado
La realidad virtual (VR) que, en general, puede ser inmersiva o no inmersiva y semiinmersiva, no se contradice con los paradigmas de lo escénico, sino que los confronta. Sirve y ayuda a crear un ambiente previo o in situ de la historia que se quiere contar y permite a los actores (que deben haber grabado la pieza de VR con anticipación) hacer cosas que el escenario no nos permite ver; y así rompe la cuarta pared para brindar una quinta o sexta dimensión a quien vive la experiencia. Llamémoslo sexta pared si es que la quinta pudiera ser el escenario virtual que se ha fortalecido con la llegada de las redes sociales al mundo escénico.
De hecho, en la pieza que hemos visto, hay escenas que podrían haber sido cruda realidad. La cercanía con los cuerpos semi desnudos, la incomodidad de estar inmerso en la escena, la risa estridente frente a ti o los dientes del actor que podrían ser tus dientes. Aunado a esto, la caja negra del espacio teatral ayuda a este ambiente de un imaginario vívido.
Por otro lado, y en contraposición, rompe con el modelo efímero del teatro y de las artes escénicas en general. El espectáculo ahora no solo es grabado sino que la historia puede ser más larga y duradera, porque la vivimos desde casa, en la calle y luego en el teatro. Incluso después de haber salido de la obra, podemos entender que siguen pasando cosas a los personajes, existen aún en el imaginario del espectador y en el imaginario virtual. Casi están vivos.
Alguno que otro espectador puede quedar dubitativo de lo que ha visto. ¿Ha sido una ilusión? ¿Ha pasado de verdad? ¿Esto ha sucedido antes o está sucediendo en paralelo? ¿Detrás del telón los personajes están representando aún la historia? ¿Puedo participar? ¿Tengo que hablar?
¿Debo impedir o motivar a que un personaje haga o no algo?
El origen de un espectador más involucrado
Los actores han señalado a El Teatro, que más de uno ha querido levantarse del asiento y decir algo, han respondido sí o no y han juzgado verbalmente o con la cabeza los acontecimientos de la historia. Esto nos lleva a pensar en un espectador más involucrado y consciente de la escena, muy lejano al público complaciente que aplaude solo porque el texto se parece a lo que ha venido a escuchar.
En este sentido, el multiformato y el transmedia pueden hacer que el espectador cree una sensibilidad mayor hacia temas sociales, políticos y morales al estar sumergido en la historia. Todo ello respetando la distancia con el público, en cuanto que en ningún caso se toca a las personas o se les obliga a hacer algún gesto o acto dentro de la pieza teatral. El teatro sigue siendo teatro y el público sigue siendo público.
Asimismo, el actor puede generar una mayor confianza para transmitir emociones y sentimientos, incluso escenas complejas, mediante el juego de lo virtual con las luces, el sonido, máscaras y demás elementos de lo escénico a su favor. Podría hablarse incluso, que los métodos de actuación podrían evolucionar hacia otros estándares que permitan adaptar las historias a las diferentes plataformas.
Y esto lo veremos más pronto que tarde. Por el momento, nos quedamos con las reflexiones de un espectáculo que transita en distintos tiempos y espacios para hacernos dudar de lo bueno y lo malo, en una realidad repleta de estímulos digitales que, ahora más que nunca, hay que seguir aprendiendo a usar.
Experiencia Mosuo se presentó en la sala de El 5 de Velarde, en Madrid. El espectáculo contó con el apoyo de la Comunidad de Madrid, el Programa Iberescena, la Fundación SGAE, C.H.E.L.A. y Estudio V.