Frente al silencio patriarcal que se imponía en el mundo desde el teatro griego, solapando el trabajo de las mujeres en el arte, algunos vestigios de las impulsoras de la feminidad comenzaban a salir en el medioevo. España, Italia, Francia e Inglaterra quizás, fueron los primeros países en dar un paso al frente cuando.
En este último, en 1629, un grupo de actrices francesas fueron patrocinadas por su compatriota la reina Henrietta Maria para actuar en el Teatro Blackfriars, en un barrio londinense y a pesar de que las echaron del escenario, tres años más tarde los críticos señalaron que las mujeres “podían hacer mejor los papeles femenino y de los niños también”.
Hasta entonces, los hombres, a veces los jóvenes, eran quienes hacían los roles femeninos. Ni hablar de otras áreas como dirección o dramaturgia que estaban prohibidas para las mujeres. Tampoco se les permitía acudir a la Universidad, participar de la política o votar.
A América Latina el feminismo ha llegado mucho más tarde. Hasta aquí, hay que recordar el trabajo de Beth Miller en la región, y el de Michélene Wandor en el teatro europeo.
En Colombia y Venezuela los espacios para las artes escénicas han sido principalmente de los hombres. En entrevista con Mujeres Confiar, en 2017, la dramaturga colombiana Patricia Ariza hacía un llamado de atención a la sociedad porque en la actualidad existen “muy pocos estímulos para las mujeres artistas y muy poco reconocimiento”. Hasta hace 30 años, en este país menos 3% de los dramaturgos y directores eran mujeres.
En Venezuela pasó algo similar, pues en 1945 con el auge del petróleo y la democracia, empezaron a llegar al país culturosos reconocidos que impulsaron vertiginosamente algunos nombres de damas en el teatro venezolano. Resonaban entonces Anna Julia Rojas, María Teresa Castillo o Clara Rosa Otero como gestoras de teatros. O la labor de la argentina Juana Sujo que llegó al país en 1948 para filmar una película y se quedó a trabajar por las Artes Escénicas.
Hasta cierto punto, ¿se podría afirmar que la mujer ha superado la barrera de la objetivación en las artes escénicas? Con toda su verdad y su libertad, ¿sigue siendo el teatro un arte que suprime a las mujeres?
En el Día de la Mujer, 2019, El – Teatro conversó con seis mujeres, artistas de la escena actual y luchadoras por arte más inclusivo, para conocer cuál es el rol que juegan las mujeres en el teatro actual y qué hay que cambiar para que los cambios sean contundentes.
“Hay que despolitizar la cultura”
Jeska Lee Ruiz, actriz
Las mujeres tenemos un papel primordial pues si no existiera la mujer en el teatro sería imposible representar grande historias. El carácter sensible, la energía de todo lo que implica la feminidad, así como el fino gusto, el don de la comunicación para formar equipos de trabajo efectivos y todo lo que representa la sensibilidad femenina son importantes para representar historias más fidedignas sobre las tablas.
Sí hay suficientes mujeres del teatro, hay un montón trabajando en cualquiera de los roles, incluso escribiendo que es algo particular, porque la mayoría de los dramaturgos eran hombres y cada vez hay más mujeres haciendo realidad sus propios textos. Yo me arriesgué este año a montar mi propia obra, la escribí, la produje y la dirigí.
Siendo amante del teatro y muy defensora de la mujer, no creo en el feminismo como doctrina o como política, creo que primero debemos reconocernos como humanos y como individuos, cada uno con distintas particularidades, de cualquier edad o género.
Somos benditas al vivir en una época en la que la mujer ocupa espacios de valor y la mujer tiene que ser reivindicadora del humano.
Todos los días demostramos que somos capaces de desempeñar roles de gran importancia que puedan transformar poderosamente el curso de lo que se ha aceptado como normal en las sociedades.
Todos los espacios de poder son áreas que se han contaminado de burocracia y se han politizado extremadamente, el rol de la mujer es justamente despolitizar la cultura, hacerla más cercana y cálida, más amorosa, extensiva de una abrazo para disfrutar de los espacios donde se comparte y se ofrece cultura.
“Revisar lo que existe y desechar lo insostenible”
Catherine Medina, crítica teatral
Más que una cuenta de hombres y mujeres, en el teatro hay muchos oficios íntimamente ligados a roles de género, a estereotipos y convencionalismos de nuestra propia sociedad. Si preguntas en la calle, podrías encontrar gente que te dirá que el teatro es solo para mujeres o para la comunidad LGBT pero si te adentras en el teatro te encuentras con una realidad diferente, hay más mujeres actrices pero no hay diversidad.
Los grandes papeles son para un determinado grupo de mujeres, guapas, rubias, tonificadas, y lo mismo pasa con los hombres, apuesto, alto, con pectorales, con la añadidura de que tiene que tener una cuenta gruesa de seguidores en redes sociales. No hay muchos papeles para obesos o personas con vitíligo. En materia de diversidad, estamos fuera de lugar.
En la dramaturgia venezolana los referentes principales son masculinos. En Venezuela por ejemplo se habla mucho de Chalbaud, Chocrón o Cabrujas y poco se difunde la obra de Elisa Lerner, Ida Gramcko o de Xiomara Moreno.
Igualmente ocurre con los personajes del teatro venezolano, es protagonizado por hombres y el rol de la mujer es recesivo, pasivo y hasta dependiente del personaje masculino.
En el teatro venezolano no hay una Nora, una Hedda Gabler o una Señorita Julia, nadie se ha preocupado por ello.
En cuanto a la representación de mujeres en la dirección escénica es ínfima y una prueba es que en la V edición del Festival de Jóvenes Directores, en el que de ocho participantes solo dos son mujeres.
El feminismo es necesario y te das cuenta en países como Venezuela, que viven un quiebre muy fuerte y que hay que reinventarlo todo, prácticamente hacerlo de nuevo. Así como hay que hacer una reforma política y económica, hay que revisar lo que existe y desechar lo insostenible.
“A la mujer le ha tocado el papel de la ruptura”
Yoyiana Ahumada, periodista cultural
El hombre y la mujer deberían tener el mismo rol en el teatro porque construyen personajes, con su cuerpo, con su vos y registros emocionales históricos, emocionales y psicológicos. Sin embargo, donde estriba la potencia de lo femenino en el teatro tiene que ver con esa capacidad emocional de establecer empatía. De hecho creo que los grandes actores tienen un toque femenino entendiendo por femenino y masculino el tipo de energía. Un hombre que puede romperse y mostrar sus emociones es un hombre que conecta con su lado femenino.
A la mujer le ha tocado en el teatro el papel de la ruptura como le ha tocado en la historia también, le ha tocado imponerse.
Esa complejidad con el mundo de lo femenino, la mujer le ha aporta la pasión, fuerza indómita de conexión de lo femenino con la naturales y le aporta una mirada muy particular.
La dirección de una mujer tiene elementos de profundidad psicológica muy especiales. Me atrevo pensando en directoras venezolanas como Xiomara Moreno, Julie Restifo o los trabajos de directoras de La Caja de Fósforos, como Diana Volpe, Rossana Hernández o Marisol Martínez.
La mujer tiene una sensibilidad menos prometeica, menos testosterónica que le permite apropiarse de algunas miradas muy delicadas y muy sutiles, que lo masculino no percibe.
Hoy en día la mujer tiene un rol único dentro de lo que es la actuación, la dirección y la dramaturgia. Aunque no hay suficientes mujeres aún.
En la actuación sí te puedo mencionar muchísimas y maravillosas, pero sí hace falta la mirada de la mujer. Hay una generación nueva de directores masculinos que se están quedando cortos de mirada o de complejidad, y no puedes dejar de pensar que hubiera sido mejor si lo dirigiera una mujer.
Debemos apropiarnos más de la escena.
Seis mujeres reivindican la lucha feminista en el teatro actual