Ahora que se recomienda el aislamiento por buenas razones, muchas personas enfrentan el hastío, el tedio o el pánico, e incluso sienten que este evento es algo único en la historia. Y maldicen su circunstancia. Sin embargo, esta cuarentena debido a una epidemia no es algo que la humanidad no haya vivido antes (lo cual, claro, no le quita seriedad).
Las crisis, como dice el proverbio, son también oportunidades. Quizá las mejores y las grandes mentes son las que logran crear en medio de la adversidad. Creación que puede ser desde una obra de arte hasta un nuevo modo de vivir. Tal es el caso de William Shakespeare.
Durante la serie de plagas o pestes que asolaron Londres a finales del siglo XVI y principios del siglo XVII, en diferentes etapas se suspendieron las actividades del teatro y en general todas las grandes reuniones masivas (como ocurre ahora). En especial la peste bubónica fue sumamente letal. Acabó con la tercera parte de la población londinense. Además de que tuvo similares efectos en la Europa continental.
De esa época proviene el mote “Black Death” (“peste negra”) que se le dio a la enfermedad y, por otro lado, una de sus herencias es el género artístico conocido como danse macabre. Esta última tuvo expresiones en la música y la pintura especialmente (en esta última en los cuadros conocidos como “Triunfo de la muerte”, de los cuales el de Pieter Brueghel el Viejo es sin duda el más famoso).
Según el historiador James Shapiro, en 1606 el circuito de teatro fue clausurado en Londres. Esto le permitió a Shakespeare completar durante la cuarentena, de manera asombrosa, tres obras maestras que quinientos años después siguen montándose en escena en todo el mundo: El rey Lear, Macbeth y Antonio y Cleopatra.
1606 fue algo así como el annus mirabilis de Shakespeare (aunque, en su caso, su genio le llevó a gozar de varios de estos “años milagrosos”).
Estas tres obras, particularmente El rey Lear y Macbeth, son de los más altos picos en la historia de la literatura universal y en la penetración psicológica del ser humano. Mientras la peste se expandía afuera, Shakespeare tejía sus tramas de celos, fantasmas, intrigas familiares y demás, enmarcadas en la más picante y hermosa poesía.
Ahora que en Estados Unidos se cancelan las obras de Broadway, The Atlantic se pregunta si acaso esta cuarentena no podría ser bueno para el teatro. Quizá los escritores finalmente puedan tener tiempo de reflexión, más allá del trajín y la presión cotidianos.
De cualquier manera, lo importantes aquí es que siempre las crisis traen una serie de oportunidades y que quizá el ser humano necesita espacio de soledad, “aislamiento” y “sana distancia” para reflexionar sobre lo que le sucede y crear así una “nueva obra”.