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Shock: Pinochet, neoliberalismo y una deuda por contar

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Un espectáculo atroz, pero también una historia potente y cercana. Esto es lo que quiere presentar el madrileño Andrés Lima con su más reciente trabajo Shock (El condor y el puma). 

El Centro Dramático Nacional presenta en el Teatro Valle Inclán, del 25 de abril al 9 de junio, esta obra experimental, creada bajo un conjunto de paradigmas que combinan las incertidumbres de Lima, desde niño, con el trabajo de investigación y de laboratorio teatral de los actores.

La pieza utiliza el golpe de Estado en Chile de 1973 para hablar sobre “cómo el shock económico y del neoliberalismo sigue vigente en Europa”, dice el director que realiza un análisis personal sobre el derrocamiento del presidente socialista Salvador Allende.

Lima utiliza el termino “neoliberalismo” de forma desparpajada, en la fórmula conceptual modificada e ideologizada que han transformado políticos durante años a su manera, comparando el neoliberalismo con el conservadurismo y con la extrema derecha. Sin embargo, lo hace desde un recuerdo. El impacto que tuvo el golpe de Estado que dio Pinochet y que lo convirtió en el peor dictador de Chile entre 1973 y 1990.

Para Lima Shock es “una deuda personal por contar” el momento en el que Augusto Pinochet asciende al poder. “Recuerdo bien el golpe de Estado porque en la época de transición se adquiría una conciencia política muy temprana y me impresionó aquella intervención militar, la tortura y muerte de Jara”.

Pinochet, Beirut y Katrina y en Shock

La pieza está inspirada en los hechos que narra la escritora canadiense Naomi Klein en su libro La doctrina del shock: el auge del capitalismo del desastre. En este toma como referencias momentos históricos como la dictadura de Pinochet, la reconstrucción de Beirut o el huracán Katrina.

“El libro cuenta el avance del neoliberalismo a través de la doctrina del shock que sigue vigente hoy en día, y con la obra queríamos reflexionar sobre sus causas y consecuencias, porque aún estamos inmersos dentro de ese show y no somos ajenos”.

“Quería que estos hechos pasaran al escenario en forma de emoción y que la gente sienta qué sucedió en la Casa de la Moneda el 11 de septiembre de 1973, entender cómo se dan las conversaciones entre Kissinger y Nixon para planear el golpe de Estado”, dice Lima.

El tema le ha rondado la cabeza desde los 15 años, cuando le impactó el asesinato del músico comunista Víctor Jara.

“Hay que mirarnos en esa historia porque los protagonistas de ese momento se fijaban mucho en la Guerra Civil Española para no repetir la historia, pero al final cayeron en un golpe como en la España del 36”.

Lima escribió Shock junto con otros grandes: Albert Boronat, Juan Cavestany y Juan Mayorga.

Sin embargo, la historia de España no aparece en la obra, excepto en una confesión que hace un capitán de corbeta argentino sobre los torturados españoles en Argentina.

Completan el reparto los actores Ernesto Alterio, Ramón Barea, Natalia Hernández, María Morales, Paco Ochoa y Juan Vinuesa.

Un espectáculo atroz

El director ha descrito el montaje como una mezcla entre la tragedia griega y el teatro de variedades que les ha permitido hablar “de las dictaduras y de la guerra, que es un espectáculo atroz pero increíblemente magnético”.

“Es un reflejo de la vida apasionante, de lo que pasa en las calles, una forma satírica de afrontar la realidad y un espectáculo que pretender ser ecléctico”.

A su vez, el autor utiliza datos y fotografías reales para contar la historia, gracias a la ayuda de instituciones como RTVE que cedió a la producción un documental sobre el golpe de Estado en Chile, o el museo de la Memoria de Salvador Allende. Estos elementos le han servido para construir escenas sobre “conversaciones reales” y sobre las torturas.

“La tortura es muy importante en la obra, es la representación de la falta de empatía, pero a la vez es un tema difícil de retratar porque no se trata solo de sacar información a la víctima sino de crear un clima de terror”

“El ser humano puede ser tan cruel e infligir tanto dolor”.

Lo han denominado teatro-documental y para escenificar el terror han cambiado la estructura del patio de butacas para convertirlo en el Estadio Nacional de Chile. Este lugar se utilizó como un campo de concentración en su momento para prisioneros políticos en los setenta.

“Allí el público será un actor más, tendrá un papel fundamental”, explica Lima.

Por su parte, Boronat indica que “la producción ha mantenido la esencia de un espectáculo formal” pero que a su vez “hay un sentido pedagógico”.

“Queremos que la gente vaya a casa a reflexionar después de ver la obra”.

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