Terence Rattigan (1911-1977) fue un dramaturgo de abundante producción con un teatro intimista de reflejos sociales aprovechando al máximo las tensiones de su tiempo: 1934 hasta el año de su muerte, al tiempo que forjaba personajes muy atractivos de rica composición psicológica desarrollada en un entorno de dinámica estructura teatral. Algunos estudiosos le consideraron con razón el Tennessee Williams británico, aunque con el tiempo ha quedado sumergido en el túnel del tiempo, injustamente olvidado.
Varias de sus piezas fueron llevadas al cine en vida del autor, excepto esta, The Deep Blue Sea, estrenada en 1952, que sólo en 2011 encontró al director ideal en Terence Davies, cuyo estilo eminentemente visual capta perfectamente la naturaleza poética del drama romántico original.
El film asume la esencia de la obra y la convierte en una gozosa obra de arte para pacientes espectadores capaces de disfrutar de los silencios, los juegos de luces compuestos a manera de una creación pictórica, y la extraordinaria interpretación de sus personajes principales con una protagonista como Rachel Weisz en el mejor personaje de su carrera.
Londres años cincuenta, la dura posguerra, y en el suntuoso ambiente de una vida privilegiada (un juez de cierta edad y su joven esposa) surge una pasión inesperada: la de la muchacha por un veleidoso vividor que la hará inmensamente feliz para luego provocarle una inmensa tristeza.
La exposición de este romance carece de celos característicos, no hay aquí conflicto desbocado ni acoso, pues el generoso y amantísimo juez sólo quiere protegerla eternamente, lo que importan son las emociones de la pareja en una serie de secuencias donde sus cuerpos -desnudos y vestidos- impactan en el espectador como fieles representantes de la fugacidad del amor con todos sus apasionantes vaivenes. Alejados de toda clase de convencionalismos, texto e imagen rinden tributo a la profunda belleza de una melancolía que no se cierra en sí misma: se regodea en su sentimiento sin necesidad de huir de él, hallando en el camino la satisfacción de placeres intensamente disfrutados, a tal punto que el gozo, la felicidad extrema del amor correspondido, logra un punto de unión en la desolación de la catástrofe amorosa.
Es un paisaje humano de virtuosa realización en la que la música también adquiere notable importancia, acompasando el fabuloso ritmo interior de toda la producción.
Otra película valiosa sobre texto teatral de Rattigan: Mesas separadas, realizada en 1958, tres años después de su estreno en Londres. La dirigió Delbert Mann y recibió numerosos premios. Su reparto fue impresionante: David Niven (Oscar Mejor Actor), Burt Lancaster, Rita Hayworth, Deborah Kerr, Wendy Hiller (Oscar Mejor Secundaria).
Fuente: Culturamas