Hoy Venezuela amanece en la oscuridad, con la sombra de la revolución mucho más grande, oscurantista y peligrosa. La Asamblea Nacional ha sido tomada nuevamente por los politiqueros del chavismo y, con ello, se derrama nuevamente la incertidumbre del rumbo social, político y económico del país -si es que lo ha tenido alguna vez en los últimos ocho años.
Este espacio, si bien está dedicado a los asuntos teatrales, no sería fiel a la disciplina escénica si no se debatiera temas que competen a otros cambios de nuestras civilizaciones. Es por esto que, en vista de los últimos acontecimientos sociales, hemos querido recuperar un espacio de archivo y comprensión de la historia del teatro en Venezuela.
Este 5 de diciembre de 2020, los diputados del chavismo que participaron en las pasadas elecciones fraudulentas del régimen de Nicolás Maduro, realizadas el 6 de diciembre de 2021, han tomado el hemiciclo del Palacio Federal Legislativo echando a los diputados de la oposición venezolana que culminarían su periodo legislativo este año.
Con este contexto, deseamos compartir el artículo del crítico teatral Luis Alberto Rosas, titulado El teatro en Venezuela en tiempos de revolución(2000-2010) y publicado en 2013 por la revista argentina Telón de fondo en su edición de julio de 2013.
El documento completo de este texto sobre el Teatro en Venezuela puede ser también descargado en este PDF o bien leído en este portal a través de las tres entregas de publicación.
El teatro en Venezuela en tiempos de revolución (2000-2010)
La década de los 90 estuvo signada en Venezuela por acontecimientos sociales, políticos y económicos que produjeron una fractura en el orden social del país. El 27 y 28 de febrero de 1989,estallóuna revuelta social conocida como El caracazo, que dejó una sensación de inestabilidad y desasosiego, que conducirían a Hugo Chávez al poder en 1998.
Correlacionado con este marco social, político y económico, el teatro venezolano del momento no escapaba a las consecuencias del deterioro del sistema. El paternalismo del Estado a través de los subsidios a las instituciones y agrupaciones teatrales fue cada vez menor ,lo que causó una profunda crisis en los hacedores escénicos, que se vieron obligados a bajar sus santamarías.
A pesar del panorama descrito anteriormente, Carlos Jiménez, como principal gerente y promotor del teatro en Caracas, desde su agrupación Rajatabla, impulsó varios mega-proyectos orientados principalmente a la formación de una nueva generación teatral. El imperio de instituciones del teatro que creó poco a poco se eclipsó, por la falta de concreción teórica y manejo de propuestas estéticas que respaldaran el proyecto y por la inesperada muerte de Jiménez, acaecida en 1993,tras la cual comenzaron a morirlas instituciones que lideraba.
Como afirma el crítico Carlos Herrera, “el caudillismo teatral que manejaba perfectamente Giménez se había esfumado y ante la ausencia de un líder que lo reemplazara, empezó la declinación del sistema escénico que había configurado”2Haciafinales de los 90, la comedia, el género favorito, estaba a la orden del día. La dramaturgia no importaba. La preocupación artística no consiguió arraigarse y la escena venezolana trabajó más por el rating televisivo, que por sus inquietudes artísticas.
La dramaturgia local que se perfiló como nueva en este período fue impulsada por los proyectos teatrales descritos anteriormente y, a la vez, por el nuevo panorama incierto de finales de los 90. Nos dice Enrique Izaguirre, investigador y crítico teatral:
No habiendo hermosos ideales utópicos absolutamente confiables (como en los años 40 y 50), conviviendo con una desmoralización nacional, provocada por una democracia pervertida: viendo correr el dinero como un río sucio del subdesarrollo, ¿en qué va a consistir su autenticidad? En asumirse con pasión con la temática que le es más cercana a sí mismo, su yo y el yo de sus personajes.
De esta época, se mantienen activos Xiomara Moreno, Gustavo Ott, Elio Palencia, Marcos Purroy, César Rojas, Jhonny Gavlosky, Javier Vidal y José Simón Escalona, entre otros que perfilaron el teatro de los noventa y aún hacen esfuerzos por ver montadas sus obras en los pocos espacios que programan el llamado teatro de arte. Si hacemos una temeraria comparación entre el teatro venezolano finisecular del siglo XX y el producido en la primera década del XXI, temeraria en tanto se puede caer en generalizaciones poco claras, encontramos que existe la necesidad entre los escritores de una búsqueda mucho más interna, a través de sus temáticas y personajes.
estos de vinieron seres tremendamente existencialistas y reflexivos con relación a su entorno.
Hugo Chávez planteó en 2007una vuelta al socialismo como punta de lanza de su proyecto al que denominó Socialismo del Siglo XXI, basado en dos propuestas fundamentales: poner en tela de juicio y revisar el sistema económico capitalista y la democracia directa, participativa y protagónica, donde el poder popular debe dictarlas reglas en el manejo del orden público del Estado. Los cambios de paradigmas en el sistema político venezolano y las transformaciones sociales implantados por el gobierno produjeron un sinfín de efectos en nuestra sociedad y, evidentemente, el hecho teatral no escapó a esta influencia.
Las políticas culturales para el teatro
En cuanto a sus políticas culturales y, específicamente, las aplicadas al teatro, el gobierno nacional ha sido irregular y hasta alejado de la coherencia necesaria para permitir afirmar un avance en materia teatral en la década. En 2005, fue creado el Ministerio de la Cultura, lo que supuso un cambio sustancial y un avance en el desarrollo cultural del país, pues evidentemente al ser reconocido el sector con un ministerio, era de esperar que, además de un mayor presupuesto, se podrían concretar unas políticas de Estado organizadas, coherentes y orgánicas con el proceso de cambio que se avecinaba.
Este aparato burocrático de la cultura comenzó con un ímpetu inusitado. El ministerio se dedicó a brindar al pueblo cultura para todos, concentrado engrandes eventos aislados e intermitentes como festivales, encuentros, tertulias y congresos que, por los cambios en las gestiones ministeriales, se diluyeron como el agua entre las manos, nos apunta la profesora Andrea Imaginario, citada por Velásquez:
Salta a la vista, y basta asomarse a las ofertas de la cartelera cultural, el hecho contundente de que el gobierno actual tiene una acción cultural concreta, pero ésta se encuentra desprovista de una legislación sobre el ámbito de la producción simbólica, pues desde el 2003 no tenemos más que un proyecto de ley que aún no ha sido sancionado…(entradas gratuitas a los eventos, distribución masiva de obras literarias, etc.) Esta práctica termina por fungir como cortina de humo de un proceso mucho más radical, orientado a la transformación del imaginario colectivo hacia un proyecto no sometido a discusión, diluidos en otros ámbitos de la política nacional.
El teatro venezolano volvió sus ojos a las producciones comerciales, gracias a la huida del talento de las televisoras privadas al teatro, entre otras razones por el cierre en 2007de uno de los canales de televisión que producía más telenovelas nacionales Radio Caracas Televisión (RCTV). En consecuencia, se puso en evidencia la insuficiencia de salas para que los grupos profesionales de teatro mostraran sus trabajos y una creciente oferta de espectáculos de comedias comerciales, que ha deprimido al sector teatral y lo han reducido a su mínima expresión.
A esto se suma la toma por parte del Estado de la mayoría de las salas de teatro en Caracas, por vencimiento del régimen de comodato, pero que no mantuvieron una programación regular, si no fueron usadas para actividades políticas y no para eventos culturales. A este respecto nos da luces el periodista Alonso Moleiro:
Sus comedias de situación y sus montajes, están asombrosamente de espaldas, ausentes, distantes, renuentes a enfrentar y recrear nuestra atormentada realidad cotidiana con alguna propuesta en particular.
Más adelante el mismo Moleiro concluye:
El país, entretanto, vive metido en un curioso festín de petardos evasivos, con un público necesitado a toda hora de cambiar de tema. (…) Necesitamos olvidarnos de los aplausos y contarnos lo que nos ha sucedido a través de historias individuales. El que quiera evadir la taquilla de la censura y asumir las consecuencias de su valor civil todavía puede hacerlo.