Desde los tiempos de la Segunda Guerra Mundial, el canto y el lamento han unido sus fuerzas para resistirse a la censura, la tiranía y la opresión. Ni la Guerra Civil Española y el franquismo, la Guerra de Secesión estadounidense, el convulsionado Mayo Francés, ni las dictaduras militares latinoamericanas han logrado callar la voz de un pueblo opositor que, oprimido, se refugió en canciones que fueron prohibidas y casi olvidadas. Pero que hasta la fecha son recordadas con el dolor de una herida abierta. El mismo dolor que siente y transmite en cada escena De eso no se canta (canciones prohibidas de todos los tiempos).
Se trata de un musical documental-testimonial creado a partir de la dramaturgia y dirección de Pablo Gorlero, que toma al totalitarismo como punto de partida.
El espectáculo histórico que se presenta en el Teatro La Comedia de la ciudad de Buenos Aires sirve de homenaje a todos los artistas que fueron vedados y a aquellas personas que perdieron sus vidas en manos de gobiernos dictatoriales.
Aunque la obra teatral parezca extrañar también importantes hechos actuales como la dictadura cubana y la más reciente opresión militar venezolana, piezas como ¡Ay, Carmela!, Bella Ciao, Te recuerdo, Amanda, Strange Fruit, La balada del Comodus Viscach, Canción de Alicia en el País y La marcha de la bronca, demuestran la perpetua vigencia en la escena teatral de la fuerza del opositor. Del que todavía se resiste ante la barbarie.
Cuatro actores y cantantes son los encargados de darle vida a cada letra que pareciera tomar su propio cuerpo sobre el escenario. Deborah Turza, Julián Rubino, Laura González y Nicolás Cúcaro son quienes le regalan los más sensibles lamentos a un público nostálgico y necesitado, ahora más que nunca, de aquellos recuerdos.
Turza destaca por una delicada interpretación que vive su punto más alto en la afectuosa interpretación de Strange Fruit, de Billie Holliday. Sin embargo, la versatilidad de la actriz, se hace carne de rabia y anhelo en “Es más que amor”, de Jesucristo Superestrella.
En tanto las imágenes de un incendio en el Teatro Nacional argentino recuerdan desde el reflejo de un proyector, cuando el musical traido al país por Romay sufrió un atentado por los extremistas católicos.
Por su parte, Rubino estremece al público con su sentida versión de Bella Ciao, himno de la resistencia italiana contra el fascismo de Mussolini y de las tropas nazis.
La potente voz de González cobra protagonismo en Ay, Carmela, una canción que se llena de fiereza y valentía gracias al talento en la danza flamenca de su vocalista.
Cúcaro, el más joven del elenco de la obra, sorprende por la versatilidad con la que se mete en la piel de los distintos personajes. Así como por su armoniosa y rítmica voz, capaz de adaptarse a los diferentes acentos de las nacionalidades que representa.
Dos músicos son los que siguen, de manera agraciada, el compás de las composiciones. Así, Juan Ignacio López, pianista y encargado junto con Mariano Margarit de los arreglos musicales, y Tomás Pol en la percusión acompañan cada instante de De eso no se canta. Con el ritmo propio que fácilmente recuerda a través de las melodías, los diferentes momentos de la historia contemporánea universal que aquí se relatan.
De eso no se canta es un espectáculo necesario y de visión obligatoria. Los artistas cantan porque “el que sea opositor va a parar al asador”.
También “porque los sobrevivientes y nuestros muertos quieren que cantemos”. “Bronca porque matan con descaro pero nunca nada queda claro”. Porque “los estudiantes son aves que no se asustan de animal ni policía, y no le asustan las balas ni el ladrar de la jauría”.
La obra conmueve tanto a los espectadores adultos y jóvenes, mientras lleva a cabo una dolorosa revisión del pasado a través de la memoria y el recuerdo de una prohibición que nunca fue una opción.